Hay personas, posiblemente afectadas por las emanaciones sulfúricas del volcán, que consideran viable que que ahora mismo –o sea, ya– atraer turistas a la isla de La Palma. A una isla donde está en pleno apogeo una violenta erupción que produce un rugido atronador, donde se ha confinando en las últimas horas a tres mil personas por emanaciones de gases tóxicos, donde se registran un centenar de terremotos cada día y no es estadísticamente descartable que surja otro chorro de lava en otro lado de la isla. Hay que estar un poco tostado para pensar en atraer visitantes a un lugar del que la gente, ahora mismo, se está marchando.

Existe un turismo de catástrofes. Claro que sí. Hay gente que siente una fascinación morbosa por estar en los lugares donde está ocurriendo algo terrible. Pero es un público muy minoritario. Es posible que hoy haya gente que visite Chernobyl o Fukkushima, de la misma manera que la curiosidad histórica lleva a miles de personas a visitar las ruinas de Pompeya. Pero en todos los casos, para que turistas acudan en masa se requiere que algo haya ocurrido hace bastante tiempo. El tiempo suficiente como para que esté garantizado el pellejo del visitante.

Los científicos no hacen más que tranquilizarnos y decirnos que el comportamiento del volcán palmero está resultando «previsible». Pero se están produciendo nuevas aportaciones de magma, derrumbes del cono y explosiones que tienen a los vecinos con el alma en vilo. Porque en el fondo uno sabe que nadie conoce lo que está ocurriendo ahí abajo de nuestros pies. Y es como cuando te tiras al mar desde una lancha, lejos de la costa, y te pones a flotar. Y sientes que se te encoge el estómago porque no sabes lo que hay debajo de ti. Y te imaginas un bicho enorme, de dientes afilados, que sube silencioso hacia tus patas. ¿Qué posibilidades hay de que ocurra eso? Tan enormemente bajas que se acercan a lo improbable. Pero ¿saben qué? Uno normalmente salta fuera de el agua como un tiro de escopeta.

Eso es lo que pasa hoy en La Palma. Que hay mucha gente que se teme lo peor. Porque dicen que estamos gafados. Nadie va a hacer turismo a La Palma ahora mismo. Y sería un disparate si miles de personas colapsaran las carreteras intentando ver el volcán y coger cenizas del suelo. Lo que tenemos que hacer, simplemente, es esperar. Ayudar a los afectados y esperar. A que se acabe el volcán. A que no pase nada peor. Y luego empezar a trabajar para recuperar el turismo, el comercio y la agricultura. La vida no es un tuit y todo lleva su tiempo.

Telegrama

Estimado presidente Angel Víctor (Stop) Atención a lo que está proponiendo el PSOE con Madrid y las sedes de las instituciones (Stop) Se la van a liar en Canarias (Stop) Su partido dice que hay que «compartir Estado» descentralizando (Stop) Y que repartir las sedes de las instituciones por todas las provincias es hacer una España más justa (Stop) Se está preparando la misma movida en las islas para hacer una «Canarias más justa» (Stop) A Santa Cruz y Las Palmas se les va a acabar el chollo de tener todas las sedes del Gobierno (Stop) Recuerda que el pleito universitario le costó el cogote a un presidente (Stop) Mucha atención a las reuniones que están teniendo «en secreto» algunos presidentes de cabildos canarios (Stop) ¿Se estarán repartiendo ya las sedes de las consejerías? (Stop) A ver cómo escapa usted de esta (Stop) ¡Muerte al neocentralismo!