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Recuperación y cohesión social

Si bien los datos del paro del mes de septiembre son, estadísticamente adecuados, debemos contener la euforia, pues aun vienen afectados de una comparación con el año 2020, en el que estábamos totalmente sumergidos en el parón de actividad derivado del COVID-19, mientras que la comparación con 2019 no supera el aprobado raso.

El empleo se sostiene por la competitividad y no por la legislación más a o menos restrictiva que trata de impedir la destrucción de empleo coyuntural en contra de la viabilidad del tejido empresarial. Sin ella es materialmente imposible bajar la tasa de desempleo o recuperar a las personas que un están en ERTE.

Si a esta situación le añadimos la tendencia al subsidio público en vez de fomentar la voluntad de trabajo y el adelanto de la recuperación a través de eficientes políticas activas de empleo, todo esto puede ser humo.

Salvo que el Estado, quiera suplanta a la iniciativa privada y contrate a todos los desempleados, con la consecuente eliminación de los presupuestos públicos y la pérdida de competitividad a corto y largo plazo.

La economía no se ha recuperado. Hay síntomas positivos a medio plazo que no están consolidados. Una inflación volátil tanto por el encarecimiento de la gasolina, el gas o la electricidad, como un cuello de botella en la escasez de algunos productos, puede llevarnos a una inflación estructural si se extiende a los salarios sin tener en cuenta factores como la productividad.

La economía canaria vive mayoritariamente del sector servicios, y los servicios no se pueden digitalizar, mientras que teletrabajar es un privilegio que no es indemne a la burocracia o a la necesidad de consolidad el crecimiento económico.

El teletrabajo exige tener los sistemas públicos y privados preparados porque no solo se trata de recibir y responder correos, por lo que se está convirtiendo en un problema social creando, artificialmente, una brecha social entre élites y trabajadores presenciales, alejándonos de la cohesión social.

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