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Maite Fernández Valderas

Blanco y Morcuende, la confianza en el mensaje

Me gustaría agradecer la compañía, el soporte, aplomo y cariño de todas aquellas personas que diariamente nos cuentan la evolución de aquello que nos preocupa. Esas caras nuevas colmadas de experiencia, certezas y disciplina técnica que nos lo cuentan con la precisión que solo tienen los expertos; que no dudan, que no nos adornan el mensaje, que cuando es no dicen no, y cuando es si lo afirman.

Desde el despertar de la pandemia nos hemos acostumbrado a que nos hablen voces desconocidas, rostros hasta ahora anónimos, profesionales de reconocida trayectoria y prestigio. Que hablan con autoridad de lo que saben, centrados en eso de lo que saben mucho; y minimizando la ambigüedad de su mensajes. De pronto, hemos tenido otro referente, otro modelo a seguir, el modelo que funciona cuando diseñamos nuestros equipos y queremos triunfar dentro de la gestión pública. El soporte técnico que solo los buenos liderazgos saben apreciar.

Ceder el protagonismo a los técnicos nos hace crecer como líderes políticos.

La crisis volcánica que ha llenado de ríos de lava a mi querida isla de La Palma, nos ha vuelto a traer a dos de estas personas, María José Blanco y Miguel Ángel Morcuende. Desconocidos hasta ahora para el gran público, pero no entre los suyos, que aplauden que sean precisamente ellos dos los que estén al frente –respectivamente- del Instituto Geográfico Nacional y del Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias.

María José y Miguel Ángel nos acompañan, nos protegen y ya son parte de nosotros; nos han acostumbrado a ellos, nos hemos acostumbrado a saber de la evolución del volcán a través de sus análisis y sus comparecencias; nos han ayudado a entender las impactantes imágenes del volcán y sus efectos.

Escuchar a Morcuende decir `el aire de La Palma es seguro´, nos relaja y nos aporta serenidad; su aplomo no solo convence, sino que vence todas las dudas y temores. Cuando María José Blanco afirma que algo `es poco probable´, su seguridad y argumentación nos permite adoptar esa afirmación como nuestra y certera. Hablan con la contundencia de quienes nos ofrecen una sólida formación, pasión, profesionalidad y larga trayectoria dedicada al servicio público.

Ambos casos nos llaman la atención, porque su mensaje no persigue otra cosa que ayudar desde la información, con un código claro que huye de tecnicismos, con intervenciones cortas y breves en una perfecta utilización de la economía del lenguaje. Con una sincera empatía con las miles de personas que han visto como la lava volcánica envolvía sus casas, sus fincas, sus vehículos, sus iglesias, sus escuelas, sus carreteras, sus recuerdos; como han contemplado a cámara lenta, y con gran entereza, ese torbellino de emociones que enturbiaba sus vidas, ese magma ardiente que empezó a brotar desde el centro de la tierra.

La pandemia mundial, los incendios forestales, las inundaciones, y ahora la erupción de un volcán, son todos fenómenos que disparan nuestras incertidumbres, dudas y temores y nos llevan a la inestabilidad personal y profesional, ¡a un mar de preguntas! El ser humano necesita certezas, claridad y visión de futuro cuando está rodeado de dudas; qué está pasando, cuánto va a durar y si me va a afectar o no. Cada rueda de prensa de Blanco y Morcuende ha aportado mucha luz en tanta oscuridad.

La clave de porqué su mensaje nos resulta tan atractivo está en que lo que dicen, lo que nos relatan, nos interesa a nosotros más que a ellos. Es el contraste con el mensaje de esos liderazgos cuyo contenido le interesa más al emisor que al receptor. Si analizamos con detenimiento el despliegue del mensaje de algunos líderes políticos no exitosos, podemos encontrar mucho ruido, mucho complemento y envoltorio, que limita el camino a lo certero.

Blanco y Morcuende nos han transmitido desde el primer momento lo que había que decir, independientemente de que fuera agradable o no; en definitiva, han sido capaces de transmitir una realidad, que es capaz de conectar con la ciudadanía a tiempo real.

La erupción de este volcán establecerá las condiciones para un nuevo comienzo. Los líderes políticos afectados directamente, han sabido identificar su lugar. Hemos visto cómo los alcaldes y alcaldesa más afectados han estado entregados a sus vecinos, viviendo como propias múltiples vidas en paralelo. El ayuntamiento se ha vuelto a mostrar como el nivel de la administración más cercano a la ciudadanía y, por tanto, más certero. Es el que resuelve los problemas del metro cuadrado de la persona. Desde ahí, somos capaces de creer en el resto de los cargos públicos; de ahí, esa gran responsabilidad.

La ciudadanía observa, percibe y siente. Cada líder político deja una huella en su corazón, una marca, una sensación, esa que inconscientemente le dirige a la certeza, o a la incredulidad, al soporte o al vacío. El equilibrio entre la realidad y el maquillaje de la misma, nos hará triunfar o perder elecciones.

Blanco y Morcuende, Morcuende y Blanco no ganan ni pierden elecciones, ellos exclusivamente nos han devuelto la confianza en el mensaje.

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