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Francisco Pomares

Nombres viejos para un volcán nuevo

Los portugueses llaman faja, con virguilla o ‘tilde de la ñ’ sobre la a, a esos terrenos que se ganan al mar como consecuencia del desmoronamiento de materiales desde una ladera. La faja se produce cuando los materiales se desprenden y se amontonan en el mar, superando su nivel y creando una plataforma, y –por supuesto- también cuando una colada de lava que cae en cascada al agua produce de forma rápida y abrupta un aumento del territorio. Faja (con virguilla, que en España solo le ponemos a la ñ) es un término utilizado en toda la macaronesia de habla portuguesa, y –por derivación-, también en Canarias, donde la palabra ha derivado en ‘fajana’, que es además de un término usado en casi todas las islas, un topónimo conocido de La Palma: las piscinas de ‘La Fajana’, en la Punta del Corcho, cerca de Barlovento, al noreste palmero, son piscinas naturales creadas sobre un espacio ganado al mar por una antigua colada lávica, uno de esos lugares mágicos de La Palma, no demasiado lejos del más conocido Lago Azul, quizá la zona de baño más emblemática y singular de toda la isla.

Viene este diserto sobre conocimientos palmeros a cuento de la bulla organizada ayer por el descubrimiento de que en las islas –singularmente en La Palma- disponemos de una palabra para referirnos a los deltas volcánicos que se crean por el salvaje matrimonio del magma y el agua salada. En realidad, como en tantas otras cosas que nos atribuimos como únicas, el término no es nuestro, sino copiado del habla portuguesa, aunque dicen quienes saben de la génesis de las palabras, que es de origen incierto. Ignorante como soy en estas y otras cuestiones, creo que habría que preguntarle a Maximiano Trapero, que es en las islas quien más sabe de cómo y porqué se crean las palabras, y también de las trapisondas (voluntarias o no) que a veces se perpetra con su grafía: es curioso que un tipo llegado a las islas desde un minúsculo pueblucho perdido de León, se haya convertido con el paso de los años en el más sabio en asuntos de palabras, palabros y palabres de Canarias. Él, bastante más que cualquier otro, podría aclararnos muy académicamente algo que parece tan obvio como que a una faja de escoria volcánica que penetra unos cuantos cientos de metros en el mar los portugueses la llamen faja y los palmeros (que son básicamente portugueses devotos de la Virgen de las Nieves) fajana. No sé como suena en portugués ‘faja’ con virguilla o tilde de la ñ en la a, pero creo que muy probablemente suena parecido a como suena aquí ‘fajana’.

Y tampoco sé si al final al volcán que parió esta fajana que alguna vez albergará piscinas o cultivos o charcos más o menos turistificables (este palabro seguro que no le gusta nada a Max Trapero) lo han bautizado ya con todas las de la ley. Parece que no, pero que el nombre que más boletos tiene para el premio es el de Tajogaite, que dicen algunos que significa ‘montaña rajada’ en guanche y otros que no, y es –además- el nombre del sitio donde empezó el volcán. Es un buen nombre, pero hay quien prefiere bautizarlo como San Jenaro, por eso de que reventó el día de marras. No creo yo que a este volcán quieran recordarlos los palmeros –ellos, que son tan piadosos que hasta tienen un obispo-, con el nombre de un santo, regresando a las viejas tradiciones que hicieron que el volcán de San Antonio se llame así. Me da que no procede.

Porque este volcán, de santo no está teniendo nada de nada.

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