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Un rey y dos Españas

Cuando muere un rey, pueden pasar dos cosas. Si en vida se ha preocupado de asegurar un traspaso apacible a quien le suceda, es muy probable que con el paso de los años nadie recuerde el momento de su fallecimiento. En cambio, si no ha sabido controlar a los adversarios, su desaparición suele desembocar en un conflicto de dimensiones imprevisibles.

Transeúntes por una calle de España.

Fernando VII, que murió tal día como hoy de 1833, forma parte del segundo grupo. Su torpeza fue tan grande que dio lugar a tres guerras civiles durante el siglo XIX. Y eso que cuando llegó al poder, tras la derrota de Napoleón, todo el mundo estaba tan esperanzado con su reinado que se ganó el apodo de «El deseado». Pronto, sin embargo, se vio que sus maneras de hacer absolutistas no eran nada apropiadas para el nuevo ritmo que marcaba el siglo XIX en Europa, donde se empezaban a aprender palabras como libertad, soberanía nacional, separación de poderes y democracia. Para él parecía que la Revolución Francesa no hubiera pasado y basó su reinado en la represión y la Inquisición. Forzó tanto las cosas que en 1820 hubo un golpe de Estado progresista que intentó revertir la situación. La aventura sólo duró tres años (por eso se conoce como el Trienio Liberal) y Fernando VII volvió a tomar las riendas. Entonces comenzaron diez años tan negros que en los libros de historia aparecen bautizados como la Década Ominosa.

Aparte de su incapacidad para gobernar con buen criterio, tenía un problema grave: no conseguía tener descendencia. Y Dios era testigo que lo intentaba tanto como podía. Se casó tres veces y tres veces quedó viudo. En 1829 volvió a pasar por el altar para contraer matrimonio con su sobrina, María Cristina de Borbón, que quedó embarazada enseguida. El 10 de octubre de 1830 dio a luz a una niña. Sería la futura Isabel II. Sin embargo, que una mujer reinase era inadmisible por los sectores más conservadores del país.

De hecho, al ocupar el trono de España en el siglo XVIII, los borbones habían importado de su país de origen la ley Sálica, implantada por los llamados francos salios en tierras galas durante el siglo VI. Entre otras cosas aquella ley prohibía que las mujeres heredaran el trono.

Así pues, Isabel debía quedar excluida de la línea sucesoria. Quien salía ganando era su tío y hermano de Fernando VII, el infante Carlos María Isidro, que tenía el apoyo de los elementos más reaccionarios del país. Tampoco es que nadie fuera demasiado liberal por aquel entonces, puesto que el rey ya se había ocupado de eliminarlos o encarcelarlos.

El monarca, sin embargo, quería que su hija fuera reina y anuló la ley Sálica con una Pragmática Sanción. Lo cierto es que también lo quería la madre de la niña, que se moría de ganas de ser reina regente porque intuía que su marido no duraría mucho. Los excesos que Fernando VII había cometido toda su vida empezaban a pasarle factura. En 1832 tuvo el primer susto serio y los seguidores de su hermano entraron en escena. Tanta fue la presión que el rey derogó la Pragmática Sanción; pero cuando recuperó la salud se echó para atrás. El infante y su entorno se subían por las paredes. No estaban dispuestos a permitir que una mujer, y aún menos una niña, llevara la corona. Y en 1833 cumplieron la amenaza.

Mientras se proclamaba reina a Isabel bajo la regencia de su madre (cargo que María Cristina tendría por poco tiempo, por su manera de hacer excesivamente corrupta), el tío de la criatura se autoproclamaba rey de España con el nombre de Carlos V. A su alrededor se formó un numeroso grupo de seguidores diseminado por diferentes puntos de la geografía española que se llamaron carlistas. España quedó dividida en dos y sufrió tres guerra civiles, entre 1833 y 1840; 1846 y 1849; y 1872 y 1876.

Aquellos enfrentamientos impidieron el desarrollo de un país que se iba quedando rezagado respecto a sus vecinos, porque los dos bandos fueron incapaces de crear un proyecto compartido. Y el siglo XX no fue muy diferente, con dos dictaduras y una guerra civil se continuaron viendo aquellas dos Españas surgidas tras la muerte de Fernando VII.

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