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Catalanes en Cerdeña

La detención de quien fue presidente de Catalunya y actual diputado del Parlamento Europeo, Carles Puigdemont, ha generado una nueva polémica jurídica internacional. Dejaremos para los especialistas en derecho las cuestiones procesales y a los politólogos la influencia que pueda tener este episodio en la relación entre los ejecutivos catalán y español, pero los hechos nos abren la puerta a navegar por el Mediterráneo de la Edad Media.

Puigdemont, en L’Alguer, la semana pasada.

Puigdemont había viajado a Cerdeña para asistir al encuentro organizado por la Associació per a la Difusió del Folklore en L’Alguer, una ciudad donde desde hace 650 años se habla catalán. A mediados del siglo XIV, una de las principales fuentes de riqueza era el comercio y las ciudades portuarias eran las más poderosas del momento: Venecia, Génova, Barcelona... Todas se esforzaban para ir un paso por delante de las otras. Salvando las distancias, recuerda lo que ahora hacen las grandes potencias mundiales cuando maniobran para ser hegemónicas.

Otra cosa a tener en cuenta es que Italia, tal y como la conocemos ahora, no existía –el país no se unificó hasta el siglo XIX– y el territorio estaba repartido en repúblicas-ciudades que a menudo chocaban y acababan guerreando entre ellas. Alrededor de 1350, por ejemplo, Venecia se enfrentó a Génova para dominar el Mediterráneo Oriental. Aprovechando que la Corona de Aragón había tenido choques con los genoveses que querían quitarle Cerdeña, la ciudad de los canales propuso una alianza que Pedro el Ceremonioso aceptó, harto de que Génova se dedicara a instigar revueltas en la isla sarda contra la corona.

El verano de 1353, una flota de 50 galeras zarpó de Barcelona, València y Mallorca para poner punto final a las insurrecciones. Lo consiguieron con aparente facilidad ya que Génova no tenía suficientes efectivos en la zona. Sin embargo, la revuelta renació, sobre todo en L’Alguer, una localidad de la costa occidental sarda con un puerto natural muy bien fortificado.

Pedro el Ceremonioso decidió dar un puñetazo sobre la mesa y someter de una vez por todas a los sardos. Para ello, contó con la complicidad de la nobleza y los mercaderes barceloneses y mallorquines, que estaban muy interesados en asegurar el control de la Isla porque era un punto geoestratégico para el comercio internacional. Esto posibilitó financiar una nueva flota formada por 100 naves que zarparon de Roses el 15 de junio de 1354.

El monarca creía que aquello sería un paseo militar, pero se equivocó. Los alguereses plantaron cara y resistieron durante seis meses en lo que se conoce como el Sitio de L’Alguer. La ciudad capituló el 22 de diciembre. El rey Pedro no estaba dispuesto a permitir más revueltas futuras y mandó expulsar a todos los habitantes de la ciudad. Los sustituyó por catalanes en una operación de repoblación similar a las que ya se habían hecho en otros puntos de los reinos de Valencia y Mallorca. Para conseguir animar a los voluntarios, se les ofrecían contrapartidas como casas, campos de cultivo, viñedos... y, a cambio, los colonos tenían que comprometerse a residir allí entre cinco y diez años. En el caso de L’Alguer, respondieron a la llamada un centenar de familias procedentes de las áreas del Penedès y del Camp de Tarragona, que salieron desde Barcelona en dos expediciones sucesivas. En cambio, el operativo no funcionó tan bien para otras localidades sardas porque no tenían tanta actividad económica. Los efectos de esta diferencia se pudo comprobar años después, cuando estallaron nuevas revueltas en diferentes puntos de la Isla mientras L’Alguer se mantenía fiel a la Corona de Aragón. Además, los descendientes de aquellos repobladores mantuvieron viva la lengua catalana.

Actualmente esta vinculación con Catalunya continúa vigente y es uno de los rasgos distintivos de esa localidad, que actualmente ronda los 40.000 habitantes. Basta un simple paseo por allí para reseguir la huella que ha dejado la presencia catalana en la arquitectura, la heráldica de los linajes más importantes o el nombre de las calles. ¡Quien les iba a decir a los alguereses que en 2021 volverían a encontrarse en el centro de la política catalana!

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