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Muchedumbres

El pasado domingo, a las ocho de la mañana, el aeropuerto de Menorca era un caos. Hablo como testigo de un solo lugar pero imagino que las otras terminales del archipiélago tampoco se quedaban atrás. La muchedumbre que intentaba pasar los controles de seguridad era de semejante magnitud que los responsables del aeropuerto decidieron detener las escaleras mecánicas y los ascensores con el fin de que la cola pudiese distribuirse de forma hasta cierto punto ordenada –tampoco mucho– a lo largo de más de un piso. Todo eso sucedía sin coincidir con fin de mes ni fecha señalada alguna. Era imposible no acordarse de las quejas que han llegado desde los empresarios del sector turístico lamentando ¡que se estuviera perdiendo esta temporada a causa de las restricciones impuestas por la Covid-19!

En una entrevista concedida al periódico español de más tirada si exceptuamos los deportivos el alcalde de Lisboa, Fernando Medina, nos brinda la siguiente reflexión textual: “Cuando el turismo se recupere, no queremos los problemas de antes de la pandemia”. Me temo que sus deseos, o sus temores, llegan tarde porque las cifras de visitantes, a juzgar por cómo están las carreteras, puertos y aeropuertos, pintan un panorama de lo más recuperado y los problemas siguen igual. Con el añadido, de verdadero nivel esperpéntico, de que empresarios y políticos se quejan suspirando por más turistas aún. Verdad es que algo ha cambiado: las muchedumbres utilizan menos los servicios de los mayoristas y de los hoteles gigantescos tendiendo hacia la fórmula del alquiler turístico. De hecho, el alcalde lisboeta se refería en la entrevista indicada a la necesidad de congelar los establecimientos turísticos, con la mente puesta en los pisos que se destinan a los turistas y conducen a la capital portuguesa a una situación límite: no hay viviendas en alquiler y las que hay alcanzan precios imposibles.

Pero eso mismo es lo que sucede en este archipiélago. ¿Acaso hay que olvidarse de que es difícil encontrar en verano médicos que quieren trabajar en nuestros hospitales porque su salario no llega ni para pagar un apartamento? (dejemos de lado el asunto, mucho más político que económico o sanitario, de las trabas lingüísticas). Y en semejantes condiciones aún salen voces reclamando un mayor negocio.

La pandemia no ha terminado con los errores históricos en la organización administrativa del sector turístico. Ni siquiera los ha dejado en barbecho más allá de lo que sucedió en el verano del año pasado. A las primeras de cambio, con las medidas restrictivas aún vigentes en media Europa, volvemos a lo de siempre: una situación insostenible a la que se suman las exigencias de que vaya aún a más. Si el alcalde de Lisboa consigue encauzar el problema, será cosa de aplaudirle. Porque esperar que aquí nuestros administradores tomen ejemplo me temo que es demasiado.

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