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Francisco Pomares

Lo que no sabemos (y lo que sí)

Después de cinco días –sólo cinco días de los días malos que vendrán- son aún muchísimas cosas las que no sabemos del volcán. Para empezar no sabemos cuánto va a durar esto: no lo sabe nadie con certeza, ni el Pevolca, ni el Instituto Nacional de Geología, ni el cura párroco de Puerto Naos (suponiendo que en Puerto Naos haya un cura párroco). Esto puede durar activo tres o cuatro semanas, o puede quizá durar meses. La esperanza es que venga a ser más o menos como el Teneguía y a las pocas semanas las bocas dejen de echar fuego, gases y lava. Pero también puede ocurrir que este volcán se mantenga en actividad más tiempo, mucho más tiempo o incluso muchísimo más tiempo. De momento, el crecimiento del suelo, la apertura de nuevos cráteres -otros han dejado de expulsar lava- y la continuidad de los sismos hace pensar que aún queda mucho magma que pugna por salir a la superficie. Por eso, todas las previsiones sobre el tiempo que el volcán puede seguir activo son solo pura conjetura. Tampoco sabemos si este volcán viene solo, si no se sumarán otros en los próximos días. Puede ocurrir, ha pasado otras veces… en ese sentido, la apertura de bocas distantes de las primeras no es tampoco una buena noticia.

Y otra cosa que no sabemos es qué ocurrirá con el recorrido de la lava en su camino hacia el mar: de momento se ha ralentizado muchísimo. Ángel Víctor Torres ya ha anunciado en dos ocasiones que la lava llegaría al mar en las horas siguientes, y no ha sucedido así. De hecho, no ha ocurrido y ni siquiera sabemos si va a llegar a ocurrir. Cuando más lento es el recorrido de la lava desde el cráter al mar, más posibilidades hay de que se estanque en tierra, se expanda en superficie y no en dirección al mar, donde no hay casas ni propiedades que destruir. Ayer tarde, el frente de lava estaba a sólo dos kilómetros de la costa y el territorio arrasado había crecido un 50 por ciento en sólo medio día: más de 150 hectáreas y casi 400 edificios o viviendas destruidas. Hace 50 años, cuando reventó Teneguía, la boca estaba mucho más cerca del agua, y la isla muchísimo menos urbanizada que ahora. La Palma tuvo entonces bastante más suerte de la que está teniendo ahora. Pero si el malpaís crece en extensión, y la lava se solidifica en altura –ahora hay lugares donde supera los doce metros, la altura de una casa de cuatro pisos-, el impacto final del volcán sobre el territorio, la vida y la agricultura… será mucho mayor.

Como no sabemos lo que va a durar esto, ni tampoco podemos predecir con absoluta precisión hacia dónde se dirigirán las lenguas de magma, es difícil establecer con plenas garantías lugares donde hospedar y proteger a la gente cerca de sus hogares. La lava puede cortar carreteras, interrumpir el tráfico en situaciones de emergencia, cortar la luz, contaminar el agua, y provocar corrales en determinadas zonas. Una de las imágenes más impactantes de estos días es la de una pequeña casa palmera, aislada en un mínimo trozo de campo salvado por el fuego, rodeada por todas partes de montañas de magma endurecido…

¿Y qué sabemos? Hay una cosa que sí sabemos, y es que cuando la lava llegue al mar, si llega, es necesario evitar estar cerca. Esa una de las pocas cosas sobre las que tenemos total certeza. El contacto de la lava con la sal del mar, provocará explosiones muy violentas y enormes nubes de vapor ácido con una concentración mil veces mayor de la normal, que podrían sembrar de lluvias ácidas los alrededores. Y habrá además emisiones de dióxido de carbono y gases sulfurosos… mejor estar lo más lejos posible.

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