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Óscar Izquierdo

Insularismo

En Canarias, hay tópicos que se repiten, unas veces inconscientemente y otras, porque hay intereses que los provocan. Históricamente se ha escrito y hablado mucho del pleito Insular y no hay por qué asustarse por tratar este tema, ni rasgarse las vestiduras. Ha sido una realidad palpitante, algunas veces exacerbada y otras, objeto de enfrentamientos políticos, clanes familiares o económicos, entre la dirigencia o burguesía de las dos islas capitalinas. Como consecuencia, se le ha dado un marchamo despectivo, no por el pueblo, que en la mayoría de las veces se lo toma jocosamente, sino por los puristas o censores zalameros que, buscando beneficios propios, tildan el insularismo como perjudicial para Canarias, cuando después, engañosamente, son ellos mismos sus máximos representantes y beneficiarios. No hace falta poner nombres y apellidos, porque nuestra tierra es pequeñita y para lo bueno o lo malo, aquí nos conocemos todos.

No voy a entrar en su análisis, ya se han hecho demasiados y para todos los sabores. Lo que me gustaría explicitar es la demagogia que hay respecto a dicho término y lo que significa. Cuando en Tenerife, alguien y no me da vergüenza incluirme, al contrario, lo digo con orgullo, defiende lo que le parece que es justo, necesario y oportuno para nuestra isla y en algunas ocasiones, no cabe más remedio que hacer comparaciones con Gran Canaria, entonces se le machaca, diciendo que ya ha pasado esa época, que es volver al pasado, buscar enfrentamientos y que ahora, lo que toca, es hablar en modo comunidad autonómica. El buenismo solo es humo, sobre todo, cuando va acompañado de retorcidas implicaciones económicas o políticas.

Al principio de la añorada Transición en nuestro país y la incorporación del Estado de las Autonomías, en Canarias, se apostó por un equilibrio exquisito entre las dos provincias, las dos islas mayores y las dos capitales insulares, Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria, con el fin de evitar susceptibilidades y rivalidades estériles. Poco ha poco, sibilinamente, como si no pasara nada, la isla del Teide ha perdido fuelle, la han dejado machacada, hundida, sin rumbo y por supuesto, con una carencia total de infraestructuras de todo tipo, que imposibilitan el aseguramiento de un crecimiento económico y desarrollo social, sostenido en el tiempo. Hay culpables incuestionablemente, los que han estado gobernado Canarias en las últimas décadas y también, los que están ahora, son los máximos responsables y para no señalar con el dedo, que es de mala educación, pero si decirlo claramente, todos los partidos políticos, unos más tiempos y otros en distintos periodos, han estado en el machito. Nadie se salva y es que el devenir, pone a cada uno en su lugar. También hay que decirlo, hay personajes del ámbito económico, que no tienen mucho interés en que Tenerife progrese, más de lo que a ellos les conviene, porque en la isla de enfrente tienen socios y hay que ser buenos servidores. Por último, tenemos a los noistas, esa tropa de infantería, conformada por empleados públicos en activo, excedencia o jubilados, minoritarios, repartidos en no sé cuántos grupos enfrentados entre sí que, utilizando el ecologismo publicitario y populista, aprovecha cualquier ocasión para frenar la obra publica o la inversión privada, que crea riqueza social en nuestra isla

Todo esto pasa cuando levantamos la voz desde Tenerife, pero cuando Gran Canaria y sus representantes económicos, políticos o sociales, hablan, hacen y cosechan, para el mayor realce de su isla, entonces cambia la perspectiva y ya no se habla de insularismo, sino que se utiliza el término regionalismo, incluso ahora lo llaman canarismo, que queda más bonito, disfrazando mejor la pretensión de mantener un estatus superior. Canarias prosperará desde el contrapeso interinsular, porque todas las islas son importantes, incluso Tenerife.

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