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Jorge Bethencourt

MANUAL DE OBJECIONES

Jorge Bethencourt

Una batalla perdida

Se está gestando una tormenta territorial. Una gota fría política que va a enfrentar a tirios y troyanos. Cuatro décadas de democracia han creado dos Españas muy desiguales. Una, al norte, rica. Y otra, al Sur, pobre como una rata. Es el retrato de los estudios económicos y sociales que hablan de una brecha que no hace más que crecer.

La discusión sobre el sistema de financiación de las Comunidades Autónomas es muy importante. De eso depende la calidad de la Sanidad que recibes, de la educación de tus hijos y de los servicios públicos de tu región. El actual modelo de reparto está caducado, como un yogur vencido desde 2015. Pero el Gobierno sabe que meterse en este asunto —como en el de las pensiones— es meter la mano en una cueva llena de erizos.

A los vascos se la refanfinfla, porque se han independizado de la Hacienda española desde hace muchos años. Ellos van a lo suyo y malpagan el cupo que les toca, siempre con retraso y siempre a la baja. Los catalanes han inaugurado su propia vía, que consiste en negociar una frágil paz a cambio de pasta a manta. O me pagas o te pego. Lo que queda es el resto. El pelotón de cola. Unos hartos de poner y otros hartos de no tener.

“España nos roba” fue el primer grito de los catalanes. Es común que se defienda ardientemente que los ciudadanos ricos paguen más impuestos por sus beneficios. Pero cuando se habla de territorios —o sea de muchos ciudadanos sobre una tierra— la cosa cambia. La transferencia de riqueza no ha funcionado demasiado bien en este país. Y mientras en Europa corren vientos de cohesión territorial, de elevar a todos los ciudadanos al mismo nivel de bienestar, en España se ha puesto en marcha una centrifugadora política que defiende la insolidaridad y la independencia. Y que cada uno se las entienda.

Cuando empiecen las vacas flacas. Cuando haya que devolver los créditos con los que estamos viviendo de prestado y pagar los intereses. Cuando España tenga que aplicar las recetas de contención del gasto público que va a exigir Bruselas… Cuando llegue ese momento, pasará como con el coronavirus. Los pacientes con patologías previas tendrán mayor riesgo de fallecer. Los territorios más pobres, con más paro, con más pobreza y menos recursos, estarán más expuestos.

Canarias sigue hoy con un cuarto de millón de parados, trescientas ochenta mil personas en pobreza severa y los salarios más bajos del país. Vivimos de los fondos ordinarios y extraordinarios que nos manda el Estado y Europa, como un paciente conectado a un respirador. Y creemos que esto va a durar para siempre. No es así. Y cuando estalle la batalla por el reparto de la riqueza del Estado, los más débiles saldrán perdiendo. Y los más débiles, política y socialmente hablando, somos nosotros.

Y dale con Islandia

Que tendrá Islandia que siempre acabamos allí. El Gobierno de Canarias lanzó una nueva ofensiva sorprendente para estrechar lazos con ese país de poco más de trescientos mil habitantes. Cuando una consejera del PP, Rita Martín, allá por el año 2009, anunció una campaña turística en Islandia le cayó la mundial por parte de la oposición de izquierda y los medios de comunicación que consideraron un disparate y un dispendio tanta caña para tan poco pescado. Y tenían bastante razón, dicho sea de paso. Resulta doblemente irónico que ahora la izquierda, que gobierna, defienda la promoción turística y la derecha, que está en la oposición, los ponga a parir. Pero así es la política, un tiovivo en la que a veces estás en la cafetera y a veces en el caballito, pero siempre dando vueltas en torno al mismo y aburrido eje de la demagogia. Es un misterio por qué Islandia vuelve a aparecer en nuestro horizonte, pero algo debe tener el agua cuando la bendicen. Aunque sea un destino turístico que compite, humildemente, con el nuestro en verano.

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