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Alejandro de Bernardo

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Alejandro de Bernardo

“Aliento de hielo”

Es mejor detenerse a tiempo, antes de que la mariposa sea destrozada. El rugido de triunfos y victorias tiene los días contados. En nada quedarán olvidados, lejos de la memoria popular. Hemos venido a esta vida, a vivir y dejar vivir. Sobran depredadores.

La vida, a veces -solo a veces, menos mal- parece una enfermedad degenerativa. El suelo, que no quieres pisar, es territorio minado. No te mueve ni te conmueve nada. Sientes un dolor ciego, interior. Una furia que no entiende de titanes. Una larva que trabaja tu estómago, inquieta tu corazón y revienta tu cabeza.

Un callejón sin salida. Un túnel sin luz ni aire. No hay sosiego. Una tendencia al desmayo que te incomoda y te asusta, lejano de todo y de todos. Eres vértigo. Absurdo ser humano, te dices en tu nimiedad. Fría sombra. Te oscureces en el subsuelo de tu mente, el sótano de un sótano. Un grifo cerrado. El gusano que clama por el último pisotón. Difícil encontrar ganas para seguir adelante. La angustia te va quemando con su aliento de hielo.

El cielo, incluso azul, es una llaga. No quedan fuerzas. Ni para un espejismo. Te crees que no crees en nada ni en nadie. Alrededor de la cama sólo hay precipicio. Un agujero de frío. De niebla helada y cuchillos de viento. Caminar cansa. Agota. La luz es negra en la depresión. Es el luto por ti. Por el que fuiste y que se ha difuminado, que ha dejado de existir, que ha caído en sus propias trampas de desazón.

Lograr el equilibrio, tentarlo, es misión imposible cuando no eres capaz ni de tenerte de pie. Es el vértigo de la existencia que te abruma con sus obligaciones, con sus cuentas pendientes, con sus pasados de ayer, anteayer y de hace años… que duelen, con la lista intolerable de los que faltan. Esos nombres tan queridos que no están y a los que te cuesta recordar. ¿Cómo era su voz? ¿Cómo se sentía su sonrisa?

Duelen las costuras. Las del alma y hacen que te duelan también las del cuerpo. La angustia no duele. Es un vapor, pero quema. Cuando se prolonga duele de verdad. Es un mordisco en la carne. Lo notas en tu pecho, en las arritmias que cabalgan sin sentido, en tu mente que se rompe rajándose contra el iceberg firme del miedo.

La angustia te deja sin dormir. Te abre los ojos por la noche con unas pinzas y te clava la mirada en el techo. No dormir es la señal de alarma. Es la evidencia de que algo sucede, de que necesitas ayuda. No una palmada en la espalda. No. Ayuda de verdad. La mano de profesionales.

Salir del armario de la angustia, del armario de la debilidad en una sociedad que estigmatiza al que no es fuerte o al que ni siquiera sabe aparentar que es fuerte. La angustia es esa zancadilla que te pones a ti mismo para huir hacia ningún lado y caer. Salir del armario de la ansiedad libera. Quien lo sufre lo sabe.

Feliz domingo.

adebernar@yahoo.es

PD. Va por ti Simon Biles y por tantas y tantos como tú.

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