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Wladimiro Rodríguez Brito

Parques nacionales y el pleito insular

En estos días nos hablan de una propuesta por parte de los responsables de política ambiental del Gobierno de Canarias para incorporar un nuevo Parque Nacional en Gran Canaria. No tengo nada que objetar sobre los valores de un territorio para tal propuesta ya que las calificaciones que le damos a las cosas son temas humanos. Por ejemplo, aquí llamamos “llanos” a laderas en las que apenas entran las cabras; o “ríos”, “barranco de riachuelo”, “río palmas” a elementos geográficos que carecen de agua para beber los pájaros. O tenemos un palmar sin palmas y un pinar sin pinos.

Creo que tener un Parque Nacional implica algo singular en la que hemos de poner recursos públicos para cuidar la naturaleza, teniendo en cuenta a los humanos y contando con valores básicos naturales. Cuidar el medio requiere recursos económicos que cuiden el medio natural y el medio humano. Y aquí surgen numerosas preguntas ¿Hemos mejorado en Canarias y en España la naturaleza? ¿Los Parques Nacionales en Canarias los hemos mejorado? ¿Cuántos recursos ponemos en los Parques Nacionales canarios? La Caldera de Taburiente, el Parque Nacional del Teide, el de Garajonay y el de Timanfaya. ¿Qué dicen los habitantes de la zona? ¿Hemos puesto recursos para mejorar en el plano ambiental y social de los llamados espacios protegidos?

Veamos el Parque Nacional del Teide, el más visitado de España. ¿Con cuántas personas lo gestionamos? ¿Se entiende que no tengamos unos baños en una zona de máxima afluencia como es Los Roques? No hemos resuelto el problema de los muflones, pero fuimos diligentes para echar a los pastores. Así estamos a día de hoy. Si hablamos de la Caldera de Taburiente, encontramos la alteración en la explotación del agua con la plantación de sauces con instalación de riego y hoy las mangueras están en el mar. Las mejoras en el Garajonay se deben a la crisis demográfica y agraria del campo gomero y, por supuesto, al gas butano. Y en el caso del Timanfaya, se da una valoración colectiva del territorio (por la obra de Cesar Manrique) y una gestión en parte privada, mercantilizando las visitas.

Los Parques Nacionales requieren recursos públicos y una gestión compartida con las personas que habitan la zona. No parece defendible que sigamos poniendo colores en los mapas sin contenido económico y con participación del entorno social. Lo otro es politiqueo electoral y confusión.

Veamos los últimos acontecimientos ambientales relacionados con el fuego de La Palma y Sierra Bermeja (Málaga) -en el que tristemente falleció un bombero- en los que se han propagado las llamas de forma terrible. El fuego no distingue de categorías de protección y como los humanos de la zona han dejado de hacer usos tradicionales, cultivo y pastoreo, se facilita la propagación del mismo.

La Administración carece de recursos y, sobre todo, de voluntad política para hacer prevención en un mundo sin campesinos y sin pastores, con unos supuestos protectores teóricos que ni retiran pastos ni el combustible. Hablamos de ambientalistas que llaman “protección” a no hacer nada más que poner un marco teórico en un mapa de colores: ahora le ponemos otros colores en las cumbres de Gran Canaria…bla, bla, bla.

¿Qué es lo que proponemos? ¿Hacemos responsables de la no gestión al cambio climático? En enero nos visitó la tormenta Filomena con viento, nevadas y los problemas de siempre y ahora en La Palma o en Sierra Bermeja nos encontramos con más de 8.000 Has quemadas con un incendio, según los especialistas, de sexta generación que tiene capacidad para modificar la meteorología del lugar en el que se produce. Es decir, nos encontramos con incendios devastadores y pueblos rodeados de vegetación en los que no hay gestión del entorno y en los que estamos pendientes de los medios técnicos como los aviones -en Málaga con más de 40 medios aéreos- que no podían operar más por lo saturado que estaba el espacio por seguridad.

Según los “especialistas” dichos fuegos generan piro cúmulo, nubes en forma de seta, con una meteorología particular, ¿Tuvimos piro cúmulos en La Palma? ¿Hemos aprendido algo? ¿Hemos entendido lo que ha ocurrido en Sierra Bermeja, con la pérdida de una vida, un accidente de un helicóptero con 19 personas, más de 8.000 Has quemadas y miles de personas desplazadas y un fuego al que terminó por apagarlo la lluvia?

No podemos tener un territorio sin campesinos y sin pastores y con solo adjetivos de protección y pocos activos sin prevención. El fuego se apaga en invierno y para ello hemos de contar con campesinos. La protección ambiental es mucho más que mapas de colores y tablillas de unos burócratas que, en nombre del Medio Ambiente, nos visitan con mando, creando el miedo ambiente y la supuesta protección. Hablamos de “urbanitas” que creen que a los turistas los impresionamos con nombres rimbombantes, pero que viven alejados de la realidad y, sobre todo, del territorio.

No hagamos responsables de nuestra mala gestión al cambio climático y a las nubes de piro cúmulos. Ni perdamos el tiempo poniendo letreros en mapas de colores, en el Roque Nublo o en el Teide. Hemos de contar con campesinos, pastores, agricultores y operarios ambientales que trabajen pegados a la tierra. Y con menos leyes y más compromisos donde haya realmente espacios protegidos de verdad.

Los pastores entran en los espacios protegidos (trashumancia) en Gran Canaria, pero en el Teide los hemos echado pero tenemos arruí y muflones –a los que hay que abatir, dicho sea de paso-. ¿Es esto lo que queremos para proteger Gran Canaria? ¿Suspender el pastoreo en las cumbres es la solución? ¿O proponemos llevar muflones y arruí a las Cumbres de Tamarán y prohibir la trashumancia? Hagamos gestión de la naturaleza contando con los campesinos, con los usos de antaño y con menos adjetivos y colores y más compromiso. Enterremos el pleito insular, copiemos lo bueno y desterremos lo malo que hemos hecho a lo largo de nuestra historia y traigamos de Gran Canaria la trashumancia a nuestros montes de Tenerife.

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