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Alfonso González Jerez

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Alfonso González Jerez

La irrelevancia de Podemos

Es más bien penoso (y reluctante) hablar del papel de Podemos en el Gobierno de Canarias. Un papel relevante, pero limitado. En la distribución del poder del pacto firmado en 2019 los socialistas, como fuerza mayoritaria, solo cedían la vicepresidencia y tres consejerías respectivamente a Nueva Canarias, Podemos y el casimirismo. Noemí Santana no tuvo muchas dudas respecto a demandar la gestión de las políticas sociales y asistenciales. Estaba seguro de conseguir al frente del departamento un vuelco al podémico modo antes de un año pero dos acontecimientos se lo impidieron: primero, la pandemia, segundo, y más importante, la ignorancia de la maquinaria administrativa, la laberíntica dinámica burocrática y la asombrosa resistencia de la realidad a cuadrarse ante las consignas.

Todo eso ha estado fuertemente adobado por un personal político que no tiene ni puñetera idea de en qué consiste, por ejemplo, ser un director general. De nuevo merece la pena indicar que Santana ha demostrado que la eficacia y eficiencia de la gestión pública en beneficio de los ciudadanos es su prioridad, no las obsesiones ideológicas ni el ludismo de las consignas. La consejera de Derechos Sociales es una política práctica y milita en el sector más pragmático del pequeño espacio (cada vez más pequeño) del podemismo canario. Es una lástima que la mayoría de su equipo no comparta dicha actitud y que algunos de sus compañeros/subordinados proyecten su agresividad dogmática y chafalmeja (y un punto palurda, seamos sinceros) en las redes sociales. O directamente apropiándote de una institución como un botín ideológico, como ha hecho Kika Fumero con el Instituto Canario de Igualdad, cuyos análisis y programas están al servicio de una muy concreta perspectiva feminista, y que ha perdido peso e influencia en el espacio público isleño. Lo peor que ha hecho Podemos en el Gobierno autónomo, como en otras instituciones dentro y fuera de Canarias, es sentir y proclamar sentirse unos okupas del poder. Señoras y señores revolucionarios que aman tanto al pueblo que han admitido ensuciarse las yemas de los dedos con la gestión política de servicios públicos, pero ni un paso más allá. Lo malo es que si a una mala e irregular gestión, preñada de lentitudes y decepciones, le sumas un espíritu antisistema de chirigota terminas entrando en bucle y jugando a ser al mismo tiempo poder y oposición. Últimamente la directora general de Juventud y máxima responsable de Podemos en Canarias, Laura Fuentes, ha querido pulir más la cosa, explicando que el régimen quiere destruir su partido o, al menos, expulsarlo del Gobierno. Sobre lo que es concretamente el régimen Fuentes no ha sido demasiado precisa conceptualmente. El régimen –como el Estado Profundo trumpista – representa el verdadero poder que busca neutralizar un Gobierno de izquierdas. Más o menos es eso.

Por supuesto que cuando estas fantasías ideológicas parecen premiadas con el acceso a despachos, poltronas y buenos sueldos el efecto puede ser devastados. A las élites empresariales canarias –verbigracia – les importan un higopico las historietas de la señora Fuentes. Si hubiera alguien inteligente en esa tremebunda oligarquía estaría encantado por la integración de Podemos al sistema de partidos y a la gestión públicas: ya son uno más. Desde 2015 su intención de voto ha descendido paulatinamente y en las últimas encuestas tienen problemas para conservar el grupo parlamentario. Por eso, porque su instalación es tan camastrona hoy como fugaz mañana, la diputada y presidenta de la comisión de asuntos sociales del Parlamento de Canarias, doña María del Río Sánchez, puede reconocer si reparos que no se ha leído el informe del Diputado del Común sobre la situación de las residencias de mayores en Canarias. Ni siquiera sabía de su existencia. Del Río Sánchez, como tantos de sus compañeros en la Cámara, es una diputada casual, prescindible y despreocupada. Una diputada perfecta. Una diputada de siempre.

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