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Sol y sombra

El odio invertido

Sobre ningún ministro que yo recuerde, en la reciente historia de la democracia española, han pesado tantas peticiones de dimisión como con Marlaska. Algunas, sin ir más lejos las tres últimas, se han convertido en auténticos clamores: la injusta destitución del coronel Pérez de los Cobos anulada por los jueces, las devoluciones ilegales de menores desde Ceuta y esta última en que se ha aprovechado de una denuncia homófoba falsa para utilizarla en su favor y alimentar la animadversión enfermiza que profesa a sus adversarios políticos. Sin embargo y curiosamente mantiene que se queda, contra viento y marea, para hacer frente al “discurso del odio”.

El “discurso del odio” se puede empaquetar de muchas maneras y una de ellas lleva el sello de Fernando Grande-Marlaska y de quienes como él pretenden arrinconar a quienes piensan de manera diferente. El odio manipulado se basa tanto en señalar al otro, al que se percibe distinto, se trate de un inmigrante o de un homosexual, o en utilizar políticamente esa semilla para obtener de ella un rédito político. El ministro del Interior, que hace ya tiempo dejó atrás el prestigio labrado en la magistratura, se ha convertido en un paladín de este tipo de cruzadas en las que la banalización de la inquina que él mismo dice combatir es utilizada como arma arrojadiza contra el adversario.

Esta vez se ha producido un efecto bumerán en la estrategia del odio invertido propugnada por Marlaska debido a la denuncia falsa mal utilizada. Entiendo que las encuestas arrojan los peores augurios que el Gobierno pretende disipar para salir de la trampa en que él mismo se ha metido al no poder controlar la altísima factura de la luz y haber elegido mal a sus socios, pero seguir por el camino de señalar al contrincante por los crímenes que no ha cometido acabará volviéndose en su contra y propiciando una peligrosa fractura social. Hay maneras de combatir el odio. Y ninguna consiste en manipular los hechos.

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