Los que desgobiernan esforzadamente esta calamidad cree que ahora vienen dos años de vacas gordas. Dos años en los que podrán recuperarse del descosido, de la miseria sobrevenida y de los perversos efectos del maldito virus, para llegar a las urnas con otro aire. Y esa puede ser una esperanza bastante infundada.

El Banco Central Europeo ha abierto el grifo del dinero para impedir la voladura de la zona euro. Está inyectando liquidez a manta en países que, como España, están boqueando con una deuda pública que, en nuestro caso, ha ascendido a la estratosfera. Nuestro gobierno cree que con la inyección extraordinaria de créditos y ayudas puede mantener la ficción del gasto público durante los próximos meses y llegar a las elecciones sin aplicar las recetas de ajuste que exige Bruselas. Una vez celebradas las elecciones, comenzarán los recortes y ajustes. Y si ganase la derecha, que se lo coman ellos. El plan perfecto.

Como estrategia política está muy bien. Para el país será un desastre. Nuestra economía está indexada al IPC, que se ha disparado. Y eso significa el empobrecimiento general de la ciudadanía. La anunciada subida del Salario Mínimo Interprofesional la absorberá el alza del coste de la vida, que ya está devorando los recursos con el precio de la luz y los bienes de consumo básicos. La revisión de las pensiones y los salarios públicos —referidos al IPC— supondrán unos cinco mil millones más de gasto, casi doscientos cincuenta mil millones entre los dos. Y el sector público —con cien mil empleados más— no ha hecho más que crecer.

Esto que tenemos hoy es una ficción que solo se sostiene por respiración asistida. Estamos enchufados al oxígeno de Europa que es pan para hoy y hambre para mañana. Pero más temprano que tarde vamos a tener que despertar y empezar a vivir de acuerdo a nuestras posibilidades. Eso va a suponer una dolorosa sucesión de nuevos impuestos, recortes y medidas que nos llevarán a un escenario de austeridad. La resaca que sigue a la fiesta. Cuanto más sigamos bebiendo hoy, más dolores de cabeza tendremos mañana. Pero eso es irrelevante. Patada a seguir y el que venga que cargue con el mochuelo.

¿Qué otra cosa se puede esperar? Pedro Sánchez no es un estadista, sino un manual de supervivencia política. Tiene de socio a un partido que está en el gobierno, pero no tiene ningún problema en hacer al mismo tiempo de oposición. A los vascos, que lo desangran. A los catalanes, que están a lo suyo. Y a una oposición que piensa que cuanto peor mejor. Esto es el celtiberian show de siempre. El Sur que a los países serios de Europa les pone los pelos de punta.