Van marcando las puertas con pintura brillante. Es la estrategia del miedo que señala a los enemigos del régimen, las próximas víctimas de un sistema depredador que lo vieron venir y no hicieron nada. Ellas tienen claro que no van a poder trabajar y, mucho menos, reír. Hay que sobrevivir, y por el momento resisten las 76 de Kabul, valientes periodistas que lanzan un mensaje de auxilio a la comunidad internacional para exigir a los talibán el fin de la violencia. Llaman, pero nadie les coge el teléfono; es la metáfora perfecta de su realidad. A los pobres siempre les pasa lo mismo, que no son importantes para el poder, tampoco lo han sido nunca ni esperan serlo. Sigue cotizando al alza el derecho a la información en un país que huele a miedo. Cerca de 76 mujeres de las 700 que ejercían el periodismo en Kabul continúan trabajando desde la toma del poder de los talibanes el pasado 15 de agosto. Según un estudio realizado por Reporteros Sin Fronteras y su organización asociada, el Centro para la Protección de las Mujeres Periodistas Afganas (CPAWJ), en 2020 había en Kabul 108 medios de comunicación con un total de 4.940 empleados. Entre ellos había 1.080 empleadas, de las cuales 700 eran periodistas. De las 510 mujeres que trabajaban en ocho de los mayores medios de comunicación y grupos de prensa, sólo 76 (entre ellas 39 periodistas) siguen trabajando en la actualidad. La mayoría de las mujeres periodistas se han visto obligadas a dejar de trabajar en las provincias donde casi todos los medios de comunicación privados dejaron de funcionar ante el avance de las fuerzas talibanes. El 15 de agosto de 2021 el portavoz talibán Zabihullah Mujahid declaró que el movimiento respetaría la libertad de prensa en Afganistán, anuncio que toda la comunidad internacional sabe de sobra que no se va a cumplir. Este criminal aseguró el pasado mes de agosto que la sociedad afgana es musulmana, y que para establecer las normas y edictos religiosos, “hemos tenido muchas muertes. Las mujeres periodistas también son musulmanas. Estableceremos un marco para las cuestiones relativas a la vestimenta y para que las mujeres no sean molestadas en las calles o en sus lugares de trabajo. Pero hasta que se promulguen estas disposiciones escritas, les pido que se queden en casa, sin estrés ni miedo. Les aseguro que volverán a su trabajo”. Da miedo y se constata que la venganza será terrible para las mujeres periodistas. Hace pocos días nos sobrecogimos con la imagen del fin de la libertad-si es que la hubo- de prensa. Un grupo de talibanes armados irrumpe en el plató del programa de debate político Pardaz-Peace Studio y se sitúan detrás del presentador. “Simplemente coopere y no tenga miedo”, dicen al visiblemente nervioso periodista Mirwais Heidari Haqdoost. Tras una presentación, el periodista comienza a entrevistar a uno de los talibanes sentado en el estudio. Así actúan con la impunidad que regala occidente. Mientras, las 76 periodistas siguen resistiendo en Kabul

@luisfeblesc