Las biografías «deben escribirlas los enemigos inteligentes en aras a la objetividad», escribió el premier británico Sir Arthur James Balfour. Y, en sentido benéfico y contrario, el tribuno y poeta venezolano Andrés Eloy Blanco trató el género como «un ejercicio de generosidad que, en la inmensa mayoría de los casos, benefician a los elegidos».

En ambos casos resaltamos la utilidad del género en una era determinada y zarandeada por la globalización implacable y sus medios, que crean y multiplican iconos fugaces y recluyen en la memoria y la nostalgia a los héroes que sostuvo el papel. Sirva la justificación para constatar que, con documentación rigurosa y prosa aseada y amena, Manuel Jesús Lorenzo Arrocha se inscribe por méritos propios en el segundo supuesto, la biografía generosa, con la publicación de Personajes de La Palma. Así traza los perfiles de una cincuentena de paisanos que profesaron en los oficios y las artes y que, con periodicidad semanal, difunde un digital. En los últimos meses, dicho sea en su beneficio, aliviaron la tensión de la epidemia de nunca acabar con ejemplos vitales de amplio reconocimiento y tipos justamente rescatados del olvido.

Titulado en Genealogía, Heráldica y Derecho Nobiliario y promotor, contra viento y marea, de iniciativas culturales felices, o fallidas por falta de medios y la típica astenia institucional, Manolo Lorenzo sumó estas noticias a los meritorios empeños de entusiastas predecesores – Juan Bautista Lorenzo Rodríguez y Jaime Pérez García, especialmente – que perpetuaron el recuerdo de isleños notables; pero en su caso, además, sumó los nombres y roles de esforzados foráneos de distintas épocas que residieron y trabajaron en la isla.

Contra el estereotipo de los ismos excluyentes hizo bueno el adagio anónimo que proclama que el patriotismo no se sostiene ni se mide por el sitio de nacimiento; y acrecentó, con buen criterio y sobrio estilo, la nómina de protagonistas destacados en la animada o tediosa vida insular. Avalan el mayor interés del trabajo los relatos sobre la abnegada monja burgalesa Sor Josefa Argote, que desplegó su valor y caridad en la deprimida Garafía; las duras industrias de supervivencia de un expresionista alemán –Bruno Brandt– que huyó del horror de la II Guerra Mundial y reinventó nuestro paisaje; el compromiso progresista del irlandés Dionisio O´Daly que, con el abogado Pérez de Brito, lideró el pleito contra los regidores perpetuos; el Caballero del Imperio Británico –Frank Gilboy– que disfrutó de la vida sencilla de la Breña Alta, e incluso el colosal Winston Churchill que, en sólo unas horas–las que duró la escala del yate Christina, del armador griego Onassis, en nuestra bahía– se hizo hueco en los anales.

En cuanto a los nativos, «están los que tienen que estar», políticos de mayor o, menor vuelo, intelectuales de fuste que brillaron dentro y fuera, artistas de todas las disciplinas y hasta un referente romántico como Baltasar Martín, el héroe garafiano que, supuestamente, alentó la reacción contra los piratas de Jambe de Bois en el lejano siglo XVI. Con ellos, dignos profesionales que, por competencia y entrega, salieron del horizonte común y se ganaron el recuerdo y reconocimiento general.