Como si ya no fuera lo suficientemente insoportable tener que ir recibiendo noticias de asesinatos de mujeres por parte de sus parejas, este año el horror ha dado otra vuelta de tuerca con informaciones como el asesinato de un niño de dos años a manos de su padre, en un hotel de Barcelona.

Rocío Carrasco, en una docuserie de Telecinco.

Hemos aprendido que este tipo de crímenes se llaman violencia vicaria y se incluyen dentro de la violencia de género, porque en realidad el agresor lo que busca es hacer daño a su pareja a través de sus seres queridos. Es decir, padres que asesinan a sus propios hijos para castigar a sus parejas. En algunas ocasiones, como el caso de esta primavera en Tenerife, van un paso más allá e intentan eliminar los cadáveres de las víctimas, para que no se tenga ni siquiera la opción de dar sepultura a la criatura asesinada, privando así a la madre del último consuelo que podría tener, que no es otro que poder llorar en la tumba de las criaturas que había traído al mundo.

La violencia vicaria tiene muchas más caras y va mucho más allá de los asesinatos, porque no siempre es tan extrema. A veces toma formas más sutiles, como la manipulación de los hijos para ponerlos en contra de la madre, incluso buscando que la agredan.

A los que somos neófitos en esta cuestión nos ha sorprendido que este tipo violencia sea llamada vicaria, porque es un término que hasta ahora parecía solo relacionado exclusivamente con la organización eclesiástica. Sin embargo, cuando se indaga en el origen etimológico e histórico de la palabra en cuestión, enseguida se entiende que reciba este nombre.

Vicario proviene del latín y en aquella lengua sirve para definir a la persona que sustituye a otra en un lugar de poder. La primera vez que se utilizó fue durante el siglo III, cuando el emperador Diocleciano reorganizó el territorio en unas porciones administrativas que bautizó como diócesis. Aquellas áreas eran controladas por los vicarios y sus diócesis estaban agrupadas en entidades administrativas superiores llamadas prefecturas.

Tanto por la influencia del derecho y la historia de la época romana, como por la pervivencia del latín como lengua de cultura y poder en la Europa medieval, el término «vicario» se continuó utilizando, pero adaptándose a las nuevas organizaciones políticas territoriales de la Edad Media. Durante la época carolingia de la actual Francia (siglos VII - IX) era el nombre con el que se designaban a unos funcionarios reales encargados de impartir justicia. En la tierras catalanas también existían los vicarios, pero hacían otra tarea. El territorio estaba dividido en condados y, como se puede deducir, los condes eran la máxima autoridad del área. En algunas ocasiones había vizcondes y era habitual que estos, entre sus subordinados, tuvieran vicarios. Su función era defender un territorio adscrito a un castillo. Y en la península itálica, durante el siglo XIII, el emperador Federico II volvió al significado original porque copió el sistema romano de vicarios para organizar sus posesiones.

Con la sustitución de las administraciones nobiliarias por la de los Estados liberales, que se fue introduciendo a lo largo del siglo XIX, se crearon cargos y maneras diferentes de gestionar los territorios. Solo la Iglesia cristiana mantuvo la figura del vicario.

En el caso del catolicismo, el más habitual es el vicario parroquial, un sacerdote que no ha sido nombrado párroco pero que se ocupa del funcionamiento de la parroquia hasta que los superiores jerárquicos nombran al titular.

También existe la figura del vicario apostólico, que es un prelado que administra un territorio aún no erigido en diócesis. En el caso de las diócesis que ya están en funcionamiento, el vicario episcopal es el ayudante del obispo. Además, precisamente como el significado originario del término latino es «sustituto», el Papa de Roma también puede ser llamado vicario de Jesucristo, en tanto que representante de Dios en la Tierra.

Como se puede ver, a lo largo de la historia las palabras cambian de significado para adaptarse a las necesidades de cada época. Pero nunca podrán describir el horror y la repulsa que provocan crímenes inconcebibles como los que se han producido este año.