Hoy la tecnología lo impregna todo. Nos guste más o menos. En distintos campos de la vida ya está más que presente, sea en la Educación, en la Salud o, cómo no, en el entorno deportivo. El performance físico vendrá avalado en el futuro por el avance de lo tecnológico, bien en el rendimiento del deportista o bien en las nuevas formas de atracción y relación del deporte con los propios aficionados. En estos días el streamer Ibai retransmitirá el debut de Messi a través de la plataforma Twitch con el PSG siendo una nueva forma de emitir y dar a conocer el fútbol a los nuevos aficionados y reformulando el concepto de ver los partidos.

Los nuevos usos de la tecnología están cambiando los hábitos y conductas del ecosistema deportivo. Esta cuarta revolución, donde algunos hablan de la Sociedad 5.0, hace que el deporte no quede atrás a la hora de batir récords o, simplemente, generando nuevas disciplinas o modalidades desde el ámbito digital. Ya en este periodo olímpico de Tokio el Comité Olímpico Internacional impulsó la celebración de los primeras competiciones virtuales de determinados deportes electrónicos (esports), los de ciclismo, automovilismo, vela o el béisbol.

Hace 10.000 años el ser humano domesticó a los animales y los incorporó en sus tareas cotidianas. Hoy estamos en condiciones de barruntar que el ser humano de este siglo transhumano podrá domesticar la tecnología para su buen uso. Y, precisamente por medio del juego, dispondrá de una plataforma propia para seguir expandiendo los valores deportivos. Un Digi-sport que inspirará el surgimiento de nuevos deportes.

Pasaremos de un Homo Ludens a un Homo Gamer, como sucede con la transición del Homo Deportivus a un Homo Esportivus. Los canales del juego como ente cultural se integrarán en el nuevo espacio digital. Pondrá a las personas en el centro del cambio. En la humanización de la tecnología a través del deporte no habrá vuelta atrás, en un mundo ubicuo donde el Internet de las cosas (IoT, Internet of Things) y el Internet de los cuerpos (IoB, Internet of Bodies) facilitarán la transición.

Viviremos el periodo de las tres R: Repensar, Reaprender y Rediseñar. Los meros consumidores deportivos dejarán paso a los prosumer activos del deporte, que generarán esas nuevas modalidades. Nuevos deportes ya se abren a esta cultura urbana que en el 2050 representará el 70% de la población mundial.

La incorporación de las nuevas manifestaciones urbanas ya han estado presentes en competiciones olímpicas como el skateboarding o el breakdance. Los más tradicionales pueden haber asimilado con cierto desconcierto esta irrupción, pero esa ha sido siempre la historia olímpica: la de incorporar nuevas disciplinas que en su momento pareciendo tan exóticas como estas. En 1990 en la Carta Olímpica ya se proclamó el Olimpismo como una filosofía de vida asociando el deporte a la cultura y educación.

En los pasados Juegos Olímpicos de Tokio, ciertamente, la tecnología amplió su abanico introduciendo los grandes avances: las plataformas 5G o las soluciones de la IA (inteligencia artificial), por ejemplo. También con las soluciones inmersivas 3DAT (3D Athlete Tracking), que captan los movimientos de los atletas para su mejora, e igualmente mejoran las transmisiones televisivas. El True View permitirá experiencias inmersivas para después ver las repeticiones en 360º. O para el uso en toma de decisiones donde no llega el ojo humano.

Este proceso ya lo hemos estado viviendo en el deporte estos años, con la introducción progresiva de las cámaras para tomar decisiones de arbitraje, o la introducción de la realidad aumentada en competiciones como la siempre vanguardista NBA. En este punto ha habido una influencia recíproca entre los videojuegos y el deporte convencional, con las producciones televisivas como canal transformador. Es algo que ya podemos apreciar incluso en la presentación de los propios deportistas, las repeticiones, la manera de repasar sus estadísticas o los resultados.

Si evaluamos lo que sucedió en Tokio, de ninguna manera podemos dejar fuera la escena de 1.824 drones iluminados en la ceremonia de apertura de los Juegos. Espectacular, los drones ya son parte de nuestra vida, por si no se habían percatado: a la hora de poner multas, controlar incendios, evaluar las acciones de forestación… Ya se está jugando a un nuevo esport, el Drone Soccer, con sus competiciones en Asia y América. Los competidores juegan, deben programar sus drones y aumentar su conocimiento progresivamente, en una verdadera cultura emergente que será una referencia en diferentes ámbitos de la vida.

De este modo, las competiciones universitarias y escolares suponen ahora una mejor manera de entender y sentir los avances tecnológicos, gamificando el conocimiento. Hubo un día en el que se inventó la bicicleta, otro, el automóvil. Esos ingenios alcanzaron el estatus de un uso cotidiano y no tardaron mucho en convertirse en deporte. En un proceso similar están hoy los drones o las propias competiciones de patinetes eléctricos, eSkootr. La tecnología llega antes que la propia regulación para su buen uso. Algo que confirma el viejo aforismo jurídico que nos advierte de que “el Derecho siempre va por detrás de la realidad”. Es lo lógico en una sociedad definida por la convivencia. Las cosas suceden y luego, se regulan. Y estamos en el punto de tener que afrontar ese paso.

Aunque la tecnología ofrece sus ventajas, lo que no podemos dejar de lado son las personas, que son el centro del Movimiento Olímpico. El ejemplo más claro es lo vivido con atletas como la gimnasta Simone Biles: la presión y el estrés le llevaron a anteponer la persona a una victoria. Ganó, en cambio, una medalla emocional y mental que le servirá para toda su vida. El concepto de victoria a toda costa, eliminando lo más importante que es el bienestar mental y emocional de los deportistas, destruirá el gran principio en los Juegos Olímpicos antiguos: la ARETÉ, la excelencia personal a través de la competición. Hoy más que nunca la frase de Juvenal, mens sana in corpore sano habría que añadirle «en un corazón sano».

El autismo deportivo basado en la estética del éxito no es la esencia de la vida de un deportista. No lo olvidemos. Desmitificar esa idea es fundamental.