Dicen que ha muerto Charlie Watts, el batería de los Rolling Stones. ¿Cómo es posible? La banda emblemática en aquellos años 60, los más gloriosos de la música popular de todo el planeta, los que hicieron saltar por los aires las convenciones que habían durado siglos, fue capaz no sólo de sobrevivir a los Beatles sino de mantenerse en el Olimpo del rock and roll, o como se le quiera llamar, hasta ahora mismo. Hace apenas una semana que se anunció la nueva gira de la banda lanzando, para calentarla, una canción de nuevo cuño, Living In The Heart Of Love, que comienza, como casi todas las de los Stones, con el rasgueo de la guitarra de Keith Richards dando paso a los redobles de la batería de Charlie Watts.

No me vengan con que ha muerto pero hagamos como si fuese cierto que es así, que ha desaparecido ya. Dicen que Watts tenía 80 años cuando dijo adiós harto ya por completo de las giras ¿Cómo es posible? ¿Ocho décadas? Los Stones acertaron a romper a la larga, de forma milagrosa, la regla más sagrada de nuestra civilización, la del culto a la juventud que nos hace babear de continuo a la que aparece un adolescente jugando al fútbol o acaparando las noticias por la razón que sea. Pues bien, le llega el turno a Charlie Watts y no se confundan: véanle tocar –con YouTube por medio, es fácil–; miren a su lado a Mick Jagger contoneándose o pegando saltos. ¿Ochenta años? No me vengan con estupideces.

Los Stones y los Beatles se repartieron los papeles a la hora de cambiar el mundo. Cabía hacerlo mediante la revolución respetuosa que terminaba por llevar a la ceremonia en el palacio de Westminster para recibir un título nobiliario o tirando por la calle de en medio para romper con lo más firme de las costumbres. Policía bueno y policía malo, si se quiere. Pero en realidad se trataba de lo mismo, de arruinar el sentido del tiempo que fluye con arreglo a las normas que dicta la física y apostar por la utopía de lo que quiere ser inmortal. De aquella empresa sólo queda ya uno de los protagonistas porque los Beatles, al cabo, se rindieron ante la tiranía del ego caníbal. Los Stones, no, y dicen que gracias a lo que suponía Charlie Watts con su antidivismo, su pasión por los museos de arte, su cabeza asentada en lo mejor del blues y del jazz.

Cuando nos digan, que lo harán (la pasión por las noticias falsas ha llegado para quedarse); cuando griten que Keith Richards o Mick Jagger han muerto, no se lo crean. Ambos habrán entendido, por fin, que quien tenía razón era Charlie Watts, el único del trío de fundadores de la banda que ha llegado hasta nuestros días, capaz de morirse para llevarnos la contraria. Igual se trata de eso, de hacernos entender que las convenciones insisten en devorar hasta a aquellos que supieron cargárselas. Cabría desearle a Watts que descanse en paz pero eso, ¡ay!, jamás supo cómo hacerlo.