Un país se sumerge en el caos más absoluto, aparentemente de un día para otro, sin que, a la vista de los hechos, esas centrales internacionales de inteligencia que no tienen otra función que el espionaje, lo detecten. Mientras, su presidente huye, con celeridad similar a la de las ratas del barranco de Tahodio, en su zona de salida al mar.

De inmediato, el secretario general de la ONU concede una rueda de prensa con el fin de dejar constancia de «lo encogido que tiene el corazón” y de «su profunda inquietud».

El representante de la UE en Política Exterior, se apresuró a dejar claro que unos barbudos de mirada torva y apariencia desaseada habían «ganado la guerra» y que, por tanto «Europa trataría con ellos».

El Ministro de Exteriores español, primera escala en los vuelos de los pocos afortunados que han logrado huir, además de intentar dejar a su jefe de gobierno en una posición encumbrada porque «está liderando», añade que «todos los países de la OTAN están empezando a reflexionar sobre el futuro de Afganistán»…

El presidente de Estados Unidos, un poco a rebufo de su incompetencia, dejó claro que el que quiera lapas, que se moje el culo, que ellos nunca entraron para construir un país, eso era tarea de los lugareños, sino solamente para «dar caza a los autores de los atentados del 11 septiembre»… A pesar de lo poco inteligente de tal argumento, ya la Pelosi «genuflexó» ante sus palabras y alabó a su preeminente por poner fin a la participación militar en ese país y haberlo hecho, dijo, «asegurándose de que se llegará a un buen fin» (Nancy, la pitonisa).

Todas esas trivialidades en personas que, por sus cargos, deberían figurar con un IQ entre 120 y 130, no tendrían mayor importancia de la que se deriva de los propios actores y de las obras que están representando (aunque el caché económico de su actuación sea demasiado elevado para los resultados) pero el problema es que el futuro se presenta con una gravedad inimaginable, porque mientras esta panda lanza bobaliconas frases que les liberen de sus responsabilidades ante lo chapucero de sus actuaciones, los talibanes se han hecho con el control del armamento dejado atrás por los americanos para el uso por un supuesto ejército afgano; poseen el control sobre el opio mundial y su economía; les están haciendo la cama rusos y chinos (gente especialmente dotada para la avaricia del poder); hay unos 18 millones de personas en hambruna y no existe ninguna clase de derecho, ley o amparo contra la violencia y el terror de estos bárbaros.

El grupo de expertos independientes del Consejo de Derechos Humanos (especialistas en políticas nacionales o internacionales y que no forman parte de la ONU ni perciben sueldo ya que su labor es voluntaria) ha lanzado el aviso: si no hay una rápida acción mundial, habrá matanza de civiles, violencia contra la mujer y las niñas, crímenes de guerra y contra la humanidad, quedará en riesgo veinte años de trabajo en salud, educación, cultura e infraestructura social y reiteran, además, lo inaceptable de que los Estados se mantengan al margen cuando una organización terrorista incluida en la lista del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas invade un territorio, en este caso, Afganistán. Es a éstos a quienes se tendría que escuchar.