Esta mañana decía mi madre que hay que estar atentos a los truenos del mes de agosto, pues cuarenta días después del primero de ellos comienza el invierno. ¿Será verdad este dato heredado de la tradición oral de sus mayores? Aquellos, liberados del bombardeo de los medios de comunicación y de las redes sociales tenían una capacidad de observación de la naturaleza muy atinada. Tal vez no sabrían el por qué científico de los cambios en el clima y en los ciclos meteorológicos, pero observaban, retenían, sintetizaban y lo traducían de dichos populares que se transmitían de generación en generación.

Eso lo decía mi madre en el clímax de máximas temperaturas de la última ola de calor que hemos experimentado en las Islas y en el resto del territorio español. Echo de menos esa capacidad de observación que, desde una perspectiva científica, es la base de toda investigación. Observar sin enjuiciar y sin dejarnos interferir por el momento presente. Observar sin prejuicios captando la verdad de lo que ocurre sin anteponer lo que padece la subjetividad del observador.

La dinámica clásica del compromiso transformador en la vida pública de la acción católica se estructuraba en tres momentos: ver, juzgar y actuar. La acción debe responder a un discernimiento o juicio adecuado. Pero el juicio de la realidad, la interpretación de la misma, exige una mirada atinada, adecuada, justa. Ver es, en este caso, observar sin pasiones y contemplar la verdad que surge de la realidad. Sin una apropiada observación, cualquier acción que se lleve a cabo contará con no pocas posibilidades de fracasar en su objetivo.

Pasa como cuando se escoge un tema de investigación por parte de un egresado. La elección lleva mucho tiempo y el alumno se desespera y tiene la tentación de precipitarse para empezar el trabajo. La elección del tema exige observación, análisis de la situación y de las posibilidades que ofrece el posible tema. Da la sensación que observar es perder el tiempo, que contemplar es perder el tiempo. Que hay que empezar a hacer.

Quien camina sin saber hacia dónde, en el fondo anda, pero no camina.

Antes de la ejecución es necesario el diseño. La elaboración de un proyecto necesita medidas, análisis, imaginación, control de los espacios. Y ese trabajo previo y contemplativo es el que otorga valor a la acción. La vida social, la educación de las futuras generaciones, la salud, la economía, la vivienda, el trabajo, etc., son aspectos que necesitan reflexión y proyecto. Contemplación y análisis de la realidad. Estrategias políticas. Hace falta no solo buenos gestores, sino adecuados observadores de la realidad. O el buen gestor ha de ser un buen observador.

Después de veinte años de intervención militar en Afganistán, después de esa acción de control de occidente, las tropas de la coalición se retiran dejando la situación peor que cómo la encontraron. ¿Algo ha fallado? ¿Será la inadecuada observación de aquella realidad social? El hecho es que si mal estaban, peor están después de años de acción.

Los truenos de hoy son los fríos del invierno. Los polvos de hoy son los lodos de mañana. Si observas bien serás capaz de prevenir los peligros de mañana. Si no observas bien, el mañana se tragará la esperanza.