Sólo hay que desearle suerte al actual primer ministro alterno y jefe de la diplomacia de Israel, Jair Lapid, en su intento, si éste es sincero, de acabar con la tesis de la singularidad absoluta del antisemitismo.

Lapid contradice así los esfuerzos del llamado Foro Global para la Lucha contra el Antisemitismo tendentes a que todos los países consideren el antisemitismo como un fenómeno único en la historia y no una manifestación extrema del racismo global.

Como recordaba el otro día el diario alemán Frankfurter Allgemeine, en su época de embajador en Berlín, Lapid publicó un documento en torno a la «campaña de difamación de Israel» en el que se definía el «antisemitismo como una forma de racismo dirigida contra el pueblo judío».

El llamado Foro Global busca, por el contrario, que cada vez más Estados legislen de modo específico contra el «antisemitismo» sin que, a sus ojos, basten las leyes condenatorias del «racismo» en general.

Uno de los países en hacerlo ha sido precisamente la República Federal de Alemania, cuyo Parlamento considera el Holocausto del pueblo judío bajo el Tercer Reich un trauma único y por tanto no susceptible de «contaminación» por otros genocidios, ni siquiera los de su propia historia colonial en África.

Alemania llega al punto de negar que el Tribunal Penal Internacional de La Haya, cuya misión es juzgar a los acusados de actos de genocidio o crímenes de guerra y lesa humanidad, sea competente en el caso de Israel.

En la última reunión celebrada digitalmente por el Foro Global y frente a los esfuerzos de sus integrantes por lograr el reconocimiento universal de la singularidad del antisemitismo, el primer ministro alterno israelí señaló «llegado el momento de contar la verdadera historia de los antisemitas».

«Antisemitas», afirmó Lapid, «los ha habido no sólo en el gueto de Budapest. Eran también antisemitas los tratantes de esclavos, que arrojaban a éstos, atados, al océano. Antisemitas eran los hutus de Ruanda que masacraron a los tutsis».

Antisemitas son también, según Lapid, «los musulmanes que han matado en el último decenio a veinte millones de musulmanes. Como lo son el Estado Islámico y Boko Haram y cuantos apalean a los jóvenes de la comunidad LGTB».

«Antisemitas», concluía el político israelí en su intervención, «son todos aquellos que persiguen a otros no por lo que han hecho, sino por lo que son, por haber nacido como nacieron».

El vídeo con la intervención en inglés de Lapid, que se difundió en la página de Facebook de su ministerio traducida también al hebreo, provocó de modo inmediato una fuerte controversia tanto en el mundo político como en las redes sociales.

El exprimer ministro Benjamin Netanyahu, reprochó en un tuit a Lapid que «trivializase» el carácter singular del odio a los judíos y no tuviese en cuenta la enorme magnitud del Holocausto.

Un diputado del partido de la coalición derechista Yamina, que forma parte de la actual alianza de Gobierno, le acusó de «·ignorancia» mientras que para el diario ultraconservador Israel Hayom, de aceptarse sus planteamientos, hasta el propio sionismo podría tacharse de antisemita.

Las palabras de Lapid recibieron, por el contrario, una acogida entusiasta en un sector de la izquierda israelí, y así el periodista del diario Haaretz, Nir Gontarz, las caracterizó de «discurso constituyente» en la historia de Israel.

Para Gontarz, es lógica la irritación que ese discurso produce también entre quienes siempre en la «superioridad» moral de los judíos y que se olvidan de que hay también entre ésos tantos racistas como en cualquier otra nación.

En un comentario posterior publicado en el diario Haaretz, donde matizó sus palabras, Lapid explicaba que existía en el mundo un cierto «cansancio de la Shoah».

Y esa fatiga había llevado, según él, a los israelíes a «la defensiva», a «exigir del mundo mayor consideración y condiciones especiales, en lugar de reforzar nuestra obligación de combatir el racismo, cualquier racismo».

O, como dice la Biblia, apostillaría uno, «¿por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?».