Cuando la exigencia ética tiene carácter perentorio, te vas asegurando la soledad al obligarte a ir contra corriente, no comulgando con ruedas de molino. Esta cualidad de Azurmendi es la preeminente sobre otras no menores que también ostentó. Tuvo de aventurero vasco barojiano (Tximista, Zalakain), y fue un formidable intelectual y escritor.

Mediados los 60 del siglo pasado ya está en ETA, sobrevive a un atraco absurdo donde ninguna bala de la Guardia Civil encontrará su cuerpo, huye a Francia. Uno de los fundadores de ETA -muy solicitado por el periodismo nacional-, Julen Madariaga, propondrá en asamblea la eliminación física de Patxi Iturrioz (luego dirigente del Movimiento Comunista) acusado de liquidacionista de la lucha armada y el independentismo, es la primera opción comunista de ETA. Azurmendi vota en contra del asesinato, algo que le perseguirá toda la vida: haber participado en una asamblea de esa naturaleza. Aguanta un año en ETA. Exiliado en Francia, estudia en la Sorbona filosofía y trabaja en fábricas en Francia y Alemania durante años, los domingos atiende a los homelees y la emigración. De regreso a España, a raíz del asesinato de Gregorio Ordoñez redobla su oposición a ETA, con Basta Ya y el Foro de Ermua. Figura, destacado, en el punto de mira de la banda. Matan a su perro de un tiro en la cabeza, otra vez allanan su domicilio, le envían vísceras de animales. Pero lo peor es la Facultad de Filosofía de San Sebastián, allí el acoso es diario con la inhibición absoluta del claustro. Desoyendo los consejos de la Guardia Civil se niega a solicitar escolta. Amigos de él, temerosos, le consiguen plaza en la Complutense que rechaza, finalmente cuando su muerte se prefigura inminente marcha a EE.UU. Como antropólogo está en Almería, y relee a Lévinas, la ética de la alteridad, “el rostro del otro”, la mujer, el inmigrante, la viuda. Hace mucho que rompió con el marxismo, gracias sobre todo a Arthur Koestler (Del cero al infinito). Lee todo (reflexiona) de los supervivientes de los lager alemanes, Jean Améry, Primo Levi, Irme Kertész y Jorge Semprún.

Está centrado en el Otro, tanto en su relación con su hijo, consigo mismo como la inmigración. Toma partido, los inmigrantes deben de beneficiarse de todos los derechos de los nacionales y sus oportunidades, lo contrario es el multiculturalismo de guetos étnicos: la ninguna identidad. No busca ser simpático en los ambientes en que se desenvuelve, sin ambages está con la democracia y la libertad de todos como iguales. Con la ética que le conduce al otro que también está en uno, llegó a la religión finalmente.