La Autoridad Nacional Palestina, que preside el veterano Mahmud Abás, ha sido acusada reiteradamente de corrupción y falta de democracia interna, lo que dificulta su labor de oposición al Estado judío.

De ahí el valor de la propuesta que hace Abram Baker, ciudadano estadounidense de ascendencia palestina y portavoz en su día de Faisal Husseini, jefe de la delegación palestina que negoció el llamado «proceso de paz de Oriente Medio», en un artículo publicado en el semanario Die Zeit.

El proceso de paz lleva veinte años «muerto», explica, y sólo cabe calificarse de «catástrofe»: sólo ha traído dolor, en especial para los palestinos y no ha detenido, sino todo lo contrario, la ocupación por el Estado judío de tierras árabes.

Baker propone aprovechar el cambio de gobierno en Israel y el estreno de una coalición que hasta hace poco parecía imposible, pues va desde los ultranacionalistas judíos hasta los islamistas, y cuyo único objetivo era deshacerse del corrupto primer ministro Benjamín Netanyahu.

Al margen de la retórica parlamentaria de los dos líderes de esa coalición, el nuevo primer ministro, Naftalí Bennett, y quien le sucederá dentro de dos años, según el compromiso alcanzado, Yair Lapid, lo cierto es que en Israel «se ha producido algo extraordinario», escribe.

Baker dice admirar «el pragmatismo» de esos dos líderes políticos al conseguir formar una coalición en la que están tanto el partido de izquierda Meret como la Lista Árabe Unida, aunque para ello se haya dejado a un lado la cuestión palestina.

El exasesor propone arrojar una nueva mirada sobre el conflicto y reconocer que la actual Autoridad Palestina es «corrupta y brutal», por lo que cuanto antes se deshagan de ella los palestinos, tanto mejor.

El nuevo Gobierno israelí está «desesperado», escribe Baker, por congraciarse con el nuevo presidente de EEUU, Joe Biden, y su Partido Demócrata, después de que Netanyahu vendiese su alma a Donald Trump y a los republicanos.

Habría que aprovechar además el hecho, agrega, de que el Partido Demócrata se ha transformado en los veinte últimos años como demuestra el avance de su ala progresista.

Washington desea que la Unión Europea se involucre más en la región y asuma por fin «el papel histórico que le corresponde» en la persecución de «una paz definitiva».

Alemania, país para el cual la seguridad de Israel forma parte de su propia razón de Estado, tiene, sin embargo, según Baker, una «responsabilidad histórica» en la creación del Estado de Israel y la resultante expulsión de los palestinos de sus territorios.

La propuesta de Baker es que los palestinos entierren, al menos por una vez, todas sus diferencias y reformen la Organización para la Liberación de Palestina, que es hasta ahora su «único representante legítimo».

Habría inmediatamente después que celebrar elecciones parlamentarias con representación de todos los partidos demócratas, que se comprometerían a colaborar para la formación de un gobierno «unido en la lucha contra la corrupción y el status quo».

Según Baker, y es lo que parece más difícil de su propuesta, Israel debería aceptar la liberación de Marwan Barguti, el que fue líder de la primera y la segunda intifadas, para que pudiese presentarse a las elecciones como candidato a presidir la Autoridad Nacional palestina.

Detenido en 2002 y condenado a cinco cadenas perpetuas por su condición de líder de Tanzim, rama militar de Fatah (Movimiento Nacional para la Liberación de Palestina), Barguti es alguien al que no se puede acusar de corrupción.

En su día se negó a defenderse de las acusaciones israelíes por considerar «ilegal» el proceso del que fue objeto, algo que destaca también Baker.

El líder palestino, a quien dos premios Nobel de la Paz, Desmond Tutu y Adolfo Pérez Esquivel, han propuesto para ese galardón, goza de enorme popularidad entre su gente, es partidario de la reconciliación con Hamás y denuncia la cooperación de la Autoridad Palestina con Israel en materia de seguridad.

Según Baker, el Estado judío debería olvidarse del pasado apoyo de Barguti a la resistencia armada y entender que le interesa ponerle ahora en libertad si quiere que se llegue a algún acuerdo fiable y duradero.

EEUU y la UE deberían a su vez retirar todo apoyo a la actual Autoridad Nacional y prestarles a cambio a los palestinos toda la asistencia económica y de seguridad necesarias para la celebración de elecciones «libres y justas».

Como paso siguiente, los dos Gobiernos –el actual de Israel y el futuro palestinoH, deberían sentarse a negociar un acuerdo definitivo, proceso que seguramente contaría también, según Baker, con el apoyo de Rusia y China.

Dice Baker que hay que probar algo nuevo ante el reiterado fracaso de lo anterior. Pero ¿no es pecar de optimismo?