La mañana del primer domingo de agosto la dedicamos a recorrer el Puerto de la Cruz desde un punto de vista poco conocido y valorado. Nos adentramos en una ruta del agua siguiendo testimonios presentes sobre ello en diversos lugares del municipio turístico. El itinerario agrupó a un conjunto de personas entusiasmadas y ávidas por conocer o ampliar sus conocimientos sobre tal proceso bajo la guía experta de Jaime Coello Bravo, director de la Fundación Telesforo Bravo-Juan Coello. El punto de salida tendría como lugar la playa de Martiánez, analizando desde allí la visión del acantilado con la sucesión de los estratos geológicos presentes y su importancia, además, para el conocimiento de los guanches. Ahí existió la fuente de Martiánez, espacio esencial para el abastecimiento de la ciudad y sobre el conocido naciente se llegó a reflexionar atendiendo a la contaminación derivada por las emanaciones de agua que fluían hasta una época no muy lejana. De la importancia natural y como espacio para el conocimiento de la flora también se dejaron caer algunos datos de un rincón que el botánico sueco Sventenius intentó convertir en un auténtico jardín macaronésico, aunque no se materializó por la falta de apoyo político del momento.

Desde allí se continuó hasta la plaza de Viera y Clavijo. Situada en lo que antaño fuera jardín del desaparecido hotel Martiánez (sustituido en los años setenta por un espacio hotelero de mismo nombre cerrado desde hace varios años) con el fin de observar el barranco de Martiánez, el curso que sigue a la plaza y que a su vez va dejando por su camino algunos elementos ligados al uso del agua, como unos antiguos lavaderos. Rincones para la limpieza de ropa pero también auténticos espacios de encuentro social para el conocimiento de parejas, la transmisión de historias, etc. La búsqueda del agua también nos llevó hasta la fuente de Chorro Cuaco, en la calle Valois. Hasta allí fue canalizada el agua de la fuente de Martiánez, figurando sobre el chorro un rótulo con fecha 1901. El relato histórico y el uso de fuentes marcó una constante a lo largo de toda la ruta, advirtiendo Jaime Coello de temas tan complejos como las denominadas aguas del Rey, siguiendo para ello al polígrafo portuense José Agustín Álvarez Rixo (1796-1883) con el fin de explicar detalles tan curiosos como la lucha por traer el preciado recurso hasta la ciudad portuense desde otros pueblos, atendiendo a la escasez existente y el logro de tal proeza con la materialización de un acueducto que se perdió tras la caída de grandes riscos sobre su curso. Se mencionó al manantial del marqués de Mejorada, en el Burgado. A todo ello se llegaron a sumar referencias al agua de Pedro Gil y al agua de los Beltranes.

Nos paramos junto a una placa como recuerdo de la gran escasez generada en los inicios del siglo XIX y la necesidad del pueblo por abrir el pozo concejil en 1825, siendo muy característico de ello su carácter salobre por la capa freática próxima al mar. La ruta continuó por la calle Zamora, para seguir hasta la Punta del Viento con referencias allí a la zona de San Telmo. Hubo parada en la zona del muelle pesquero con referencias al oficio de la pesca y apuntes sobre el viejo muro que aún resiste como testigo mudo y olvidado del límite hasta donde llegaban las olas en épocas pasadas. La imagen del barrio marinero de La Ranilla fue el paso previo hasta llegar a la calle de Las Maretas y observar allí el chorro que tanto llegó a ser utilizado (incluso en época reciente) con una inscripción del año 1839. De allí se continuó hasta el Castillo de San Felipe, analizando algunas cuestiones para llegar, finalmente, al conocido como pozo de la Viuda de los Machado. Jaime Coello leyó entonces algunas notas en relación a la prensa histórica, exponiendo datos y curiosidades sobre el incalculable valor de patrimonio industrial conservado ahí. Referencias, en definitiva, a una interesante propuesta de ruta del agua (o en su búsqueda) para valorar su uso, desarrollo y limitaciones a lo largo de nuestra historia.