A veces se leen noticias en los diarios que te hacen pensar en que el periodista no tenía nada de lo que escribir y se ha inventado algo llamativo para poder justificar su trabajo. No me refiero a las famosas fake news, cuyo inspirador puede adivinarse con más que seguir la pista ideológica, sino a reportajes que tienden al surrealismo hasta tal punto que resultan increíbles. Sucedió hace poco con la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo Yolanda Díaz cuando se le ocurrió proponer la palabra matria como sustituto eficaz de la patria pero en este caso no cabía atribuir el disparate a periodista alguna porque las palabras de la señora, o matrona, Díaz y su imagen pronunciándolas estaban grabadas.

Ahora va de otra cosa pero con tanto calado como la anterior. La alcaldesa de Barcelona Ada Colau, piensa abrir en otoño un Centro de Masculinidad cuyo objetivo consiste en reeducar a los hombres, no sé si sólo a los residentes en la ciudad condal o a todos los que se pongan a tiro, en una especie de revolución no ya cultural sino política o, si bien se mira, sexual. Según declaró la propia alcaldesa al presentar su iniciativa estrella, se trata de cambiar a los hombres para que pasen de ser duros y agresivos a sensibles. Y para ello el Servicio de Atención a Hombres para la promoción de relaciones no violentas (las mayúsculas son del original y no parecen seguir un criterio claro), el servicio, ya digo, ha redactado un manual de un par de centenares de páginas en el que se describe cómo, mediante una intervención terapéutica de sólo dos horas semanales durante cosa de tres o cuatro meses, se erradicarán la violencia doméstica, el fracaso escolar, los conflictos bélicos e incluso el consumo de carnes grasas. Juro por lo más sagrado que no soy yo quien se lo está inventado.

Que conste que el servicio benéfico y prometedor no está reservado a hombres en especial violentos. Son todos los que han de cambiar porque, como el manual indica, cualquiera que le haya preguntado a una embarazada si va a tener una niña o un niño, por ejemplo, se suma a la lista de los peligrosos potenciales. Y no digamos ya nada de quienes, siendo hombres, abusan de los pasteles o del jamón serrano. Deben ser reeducados de inmediato. Por suerte, no parece difícil lograrlo aunque haya que adoptar costumbres algo extrañas. Por ejemplo, el manual sugiere cuidar a un huevo de gallina durante una semana yendo con él a todas partes, a la oficina, al cine, de fiesta, y presentándoselo a la familia y a la novia como si se tratase de un amigo. Todo eso, supongo, intentando que no le manden a uno al psiquiatra. Con el riesgo añadido de que igual estamos sirviéndonos de un huevo procedente de la violación de una gallina por el gallo, como sostiene el grupo Almas Veganas. Así que habrá que llevarse también a éste, al gallo, al centro de masculinidad en cuanto lo abran.