Recuerdo la tercera vez que el presidente Torres garantizó (siguiendo punto por punto el guión previamente interpretado por Pedro Sánchez) que antes de finales del mes de julio se habría completado la vacunación de la entonces denominada población Diana, un setenta por ciento de la población total. Fue cuando apenas quedaba un mes y medio para esa fecha límite, y nadie en su sano juicio consideraba posible cumplir ese objetivo, a pesar de las garantías de Gobiernos e instituciones sanitarias.

Con el mes de agosto ya en velocidad de crucero, alguien debería preguntarle a Sánchez y Torres por aquell+as garantías, no tanto por tocarles las narices, como por hacer patente esa curiosa tendencia de quienes nos gobiernan a negar lo obvio.

Y es que estamos perdiendo el oremus: ya decía Rafael Guerra, el torero de «Ca uno es ca uno» o «más cornás da el hambre» que «lo que no puede ser no puede ser y además es imposible». El gallo, matador mítico e ingenioso, murió en 1960 y no pudo escuchar a una ministra del Gobierno de España –Isabel Rodríguez, de Política Territorial– plantear tras esa reunión bilateral de Moncloa con la Generalitat que el presidente Sánchez ha considerado un éxito, que se estudia la posibilidad de traspasar la legislación en materia laboral a Cataluña.

Un disparate que demuestra que si lo imposible depende de una decisión política, puede llegar a ser posible en este país. Pero no si depende de las matemáticas: Canarias ha cerrado el mes de julio con la tasa de vacunación más baja de España, apenas superada por Murcia, bastante lejos del objetivo que se nos garantizó con ceporrera insistencia una y otra vez.

Y no es el fin del mundo: con el 55,2 por ciento de personas con la vacunación completa, en un par de meses más –– finales de septiembre, por ejemplo– podremos haber cumplido las previsiones, y en seis o siete semanas más estaremos rozando el noventa por ciento de vacunados, si logramos mantener el ritmo actual.

El Gobierno ahora quiere responsabilizar del retraso sobre sus previsiones a haber recibido menos vacunas. Es cierto que a Canarías han llegado menos viales de los previstos, por debajo de los repartidos en el resto del país por habitante. Se nos dice que es que aquí había menos mayores y se pensó que primero había que proteger a los mayores y que es ahora, cuando hay que vacunar también a los más jóvenes, cuando llegarán más y más vacunas.

A ver si es verdad. Porque lo que no es verdad es que en Canarias haya usado las vacunas recibidas más rápidamente que el resto de las regiones. Ni siquiera las ha gastado más rápido que la media nacional. Está la cosa ahí-ahí, en un 97,2 por ciento, cuando la media nacional es del 97,7. Un poco apurado para presumir de haberlo hecho mejor que nadie.

Aunque ha ya sido un gran esfuerzo, sin duda, que ha logrado que hoy las cosas estén mejor de lo que creemos, en Canarias y en España. Es cierto que no se puede ser triunfalista, que la enfermedad está lejos de ser definitivamente derrotada, que Alemania ha abierto la preocupación de si es necesaria una tercera dosis de refuerzo para frenar el avance del Delta, y que la presión hospitalaria sigue creciendo desbordada.

Pero hay cosas que deberíamos tener en cuenta: siendo cada uno de los muertos un fracaso, también lo es que este país (y este planeta) vive de espaldas a hechos tan graves como es éste. En España mueren por causas directamente relacionadas con el alcohol y el tabaquismo cien mil personas al año. Más de las que han muerto oficialmente por Covid desde el inicio de esta crisis. Y no se hace casi nada. Y no se habla ni escribe de eso absolutamente nada.