«Pero últimamente me he sentido algo devastada y cuanto más trato de acallar la voz que hay dentro de mi cabeza, ésta más alto grita». Esas eran las palabras de una de las mejores gimnastas de la historia, Simone Biles, antes de retirarse en medio de los Juegos Olímpicos, anteponiendo su salud mental a los duros y largos años de trabajo.

Y habrá quien la entienda y quien no, pero sólo con esas palabras mi cabeza recorre miles de escondites y de juegos malabares que podrían haber pasado por la cabeza de una persona con una infancia complicada que ha usado el deporte como escape a su propia situación.

La realidad es que no es necesario haber tenido una infancia horrible, padecido un hecho traumático o una vida de penurias, para tener en la cabeza pensamientos que nos ahogan y nublan el día a día. A veces «no ha pasado nada» pero hemos sentido que si ha pasado… y mucho. La realidad es que nuestra cabeza está llena de frases y pensamientos que no decimos, que nos atragantan pero que aun así sabemos que no son sanos, por lo que los callamos y mantenemos ocultos. Lo que no se dice… o mejor dicho, lo que no nos permitimos expresar.

Qué curioso que aquello que sentimos que no podemos expresar se convierta en el pensamiento martilleante de nuestro cerebro, que nos va debilitando y nos puede terminar hundiendo. El hecho de no poder compartirlo por miedo al que dirán, hace que nos juzguemos, nos sentenciemos y nos culpabilicemos por el simple hecho de sentir y pensar algo que va en contra del convencionalismo de nuestra sociedad.

Hay quien ante esto, lejos de enfrentarse prefiere desaparecer, hay quien quiere chillar, quien quiere romper las normas, quien… hay tantos quien… y esas emociones son todas tan normales.

Todos tenemos un límite, muchos estamos agotados, y ante esa situación nuestra cabeza busca escapes, fugas, formas de relajarse. Habrá quien piense A o quien piense B, pero si ese A o ese B fuera contra la moral o la norma, creará un conflicto porque «si lo pienso es que no soy normal, o no estoy bien…. ¿qué van a pensar?, ¿qué van a decir?, ¿qué imagen voy a dar?». Uf, aquí se mezcla el qué dirán con la imagen de cada uno, más los pensamientos erróneos, el auto concepto, las palabras no dichas… ¿Seguimos?

La realidad es que aquello que callamos, ya sea por pensar en las consecuencias de decirlo o por no permitirnos verbalizarlo, se convierte en un auténtico veneno para nuestro cerebro. Pensamos que sólo nosotros pensamos así, que el resto del mundo piensa de otra manera, que eso sólo nos pasa a nosotros y cuando somos conscientes de que eso es falso, cuando nos permitimos verbalizarlo, ya sea a un amigo o a tu terapeuta, es como si una sensación de tranquilidad te invadiera y te dieras cuenta de cuánto tiempo has perdido pensado en que lo que rondaba tu cabeza sólo estaba en la tuya y en la de nadie más.

La realidad es que vivimos en una sociedad en la que todos debemos aparentar estar felices contentos y satisfechos. En la que las tristezas o los propios pensamientos tóxicos no se permiten porque indican debilidad o fragilidad. Nos decimos que «no podemos permitirlo» y justo eso es lo que nos lleva a una rumiación constante y en muchos casos, a nuestra propia destrucción.

Volviendo a Simone Biles, tras años de preparación usando como métodos de evasión y distracción su deporte, la competitividad, la ambición… ha llegado al agotamiento físico y emocional. Ella ha dicho basta, ha sido capaz de parar y decir «hasta aquí, me tengo que cuidar, quiero estar bien y debo parar de poner mecanismos de defensa para llegar lejos. Ahora prima mi salud mental y mi bienestar».

Y eso nos hará pensar y darnos cuenta del trabajo físico y mental al que esta deportista ha estado sometida y aun así ha sabido ver sus límites y sin importarle el qué dirán, ha primado su equilibrio llegando a decir basta. Ahora me toca a mí. Suelto todo aquello que llevo dentro y me permito desahogarme, sentirme que soy normal con mis miedos y mis inseguridades, que soy una persona frágil y fuerte, porque realmente soy ambas y solo a veces hay que permitirse ser frágil para después seguir siendo fuerte. Dejarse caer para después levantarse es parte del secreto. Permitirse es la fórmula.

Todo aquello que no dices, todo aquello que callas… al final te anulará, te envenenará y te enfermará. Suelta. Habla. Exprésate. Permítete. ¡¡Vive!! y si a alguien le molesta… ya sabes la respuesta