Marco Ferreri escenificó como nadie la obesidad y la gula como los principales pecados de la sociedad capitalista. En la cinta italiana de 1977 La gran comilona, un grupo de cuatro amigos hastiados de su propia existencia realizan un terrible y descomunal pacto: reunirse en una barroca mansión de París, antigua residencia del poeta Boileau, y dar rienda suelta a su gula hasta llegar a los límites más esperpénticos del ser humano. Los cuatro amigos acondicionan el lugar y empiezan a recibir ingentes cargamentos de alimentos hasta estallar. Todos eran obesos convencidos en una sociedad donde un porcentaje importante de la población tenía limitaciones para acceder a la sanidad pública y, otro tanto, se encontraba en situación de vulnerabilidad económica. En nuestra tierra sabemos de obesidad, porque detrás de los cuerpos esculpidos por el sol y el triatlón, más del 20% de la población está afectada por una patología dura física y emocionalmente. Y ojo, porque las principales enfermedades que producen riesgo cardiovascular son la obesidad, hipertensión arterial, diabetes y la hipercolesterolemia. Aunque cada una pueda ser producida por varias causas, la mayoría son consecuencia de los malos hábitos de vida asociados al sedentarismo y al exceso de comida rica en grasas. Sin embargo, aunque somos fanáticos del consumo de pastillas mágicas para solucionarlo absolutamente todo, las cuatro enfermedades mejoran de forma considerable con la práctica de deporte y una dieta equilibrada. Pero queremos pastillas, pretendemos que la solución química quepa en un blister. Si existe algo en este mundo que verdaderamente nos molesta es tener que ir al médico y que no nos recete nada: ¡solo un paracetamol y deporte, vaya fraude! Nos preocupamos por los efectos secundarios de las vacunas contra la Covid, pero bien nos gusta automedicarnos; ahí nos importa poco hartarnos a antibióticos y analgésicos para cualquier tontería. Y como no podía ser menos, qué casualidad que nuestra vecina siempre tiene las mejores pastillas y los remedios que nunca fallan. Su método científico se basa en indicar qué cantidad y qué tipo de medicamentos son los deseables para la dolencia en cuestión. Son el verdadero vademécum de la medicina práctica. ¿Paco, te duele la cabeza? «Aquí tengo la pastillita perfecta para que se te quite el dolor; tómatela antes de acostarte y te quedas como nuevo». ¿Anita, estás revuelta del escaldón? «Tengo un antibiótico que me tomé hace tiempo y va del diez para la garganta y los gases, ni al médico tuve que ir». Y lo mejor de todo es que no vivimos en Siberia para ponerle remedio. Será porque en Canarias solo tenemos 1.583 kilómetros de costa y cuatro espectaculares parques nacionales para hacer deporte y respirar aire puro en cualquier época del año. Quizá porque en Canarias solo tenemos frutas tropicales y verduras de calidad ricas en nutrientes, además de una gastronomía con los productos de cercanía más saludables de España. Encima producimos un superalimento de tradición aborigen como el gofio. Será también que tenemos una gran sanidad pública que nos recomienda la necesidad de seguir una alimentación equilibrada y la práctica de actividades deportivas en un pabellón de ensueño como es nuestro campo canario. No se trata de un buche virado o de un airón, son temas serios que no suelen dar muchas oportunidades. La mejor pastilla es la que no se receta, una a la que llaman responsabilidad.