Aquel tipo vitriólico que era el socialista Alfonso Guerra dijo una vez de los conservadores de este país: «llevan años viajando al centro y todavía no han llegado. ¿De dónde vendrán, que tardan tanto?». Han pasado un par de décadas y aunque parezca increíble el viaje no ha terminado.

En las elecciones autonómicas madrileñas algunos tuvieron el sueño de una noche de verano. Isabel Díaz Ayuso tomó impulso para defender la libertad frente al comunismo; para fajarse sin complejo alguno con la izquierda verdadera, de demagogia a demagogia, y para erigirse en defensora de la gente que salía de cañas y de vinos por las calles de Madrid.

Aunque parezca mentira, esa es la misma líder política que ha dicho ahora, cuando se está hablando de la legalización del cannabis, que está en contra de las drogas porque «el mayor lastre de una persona es ser dependiente de una sustancia». Es una opinión perfectamente respetable, pero absolutamente impropia de una persona liberal que, por definición, acepta la libertad de cada cual consigo mismo. Y por supuesto, es una opinión absolutamente incoherente con su campaña electoral del 29M.

La señora presidenta de Madrid debe saber que el alcohol es una droga tóxica que mata. Y que se encuentra en los primeros lugares en la capacidad para generar dependencia. El alcohol, además, es una droga plenamente social y legal, aceptada por un Estado que cobra impuestos generosos por cada botella que se vende. Con una mano coge la pasta y con la otra amenaza a los conductores que van ebrios por las carreteras o advierte de las funestas consecuencias del consumo entre los jóvenes. Violencia y graves patologías… el alcohol es un asesino igual de siniestro que el tabaco, con el que también hace negocio nuestro amable y eficiente camello público, llamado Gobierno.

Se entiende muy poco y muy mal que una líder que se autoproclama liberal sea tan conservadora como para extender a los demás unas creencias que deberían ser solo suyas. Me permito sospechar que Díaz Ayuso habla para su electorado más conservador. Que es lo que han hecho casi siempre todos los líderes del PP. Todo lo progresistas y liberales que son en el terreno de la economía se transforma en humo de incienso y cirios titilantes desde que entran en el terreno de las libertades sociales. Y por ahí se las pegan todas en la misma cruz.

Dentro de muy poco volveremos a estar debatiendo sobre la Ley de Aborto. Después de la momia de Franco, es el tema con el que más disfruta el PSOE tocándole los cataplines a la derecha. Porque saben que no han superado el concilio de Trento. Y porque no han sabido marcar respetuosa distancia con una Iglesia que les contamina con un código de creencias legítimas, pero que no se pueden extender a los muchos no creyentes conservadores. Entre el odio a los porros y el amor por las sotanas, no hay manera de que el tren de la derecha acabe llegando a la estación de un centro liberal europeo.

El recorte

A cara de perro

Este viernes, en Salamanca, los presidentes de Comunidades Autónomas van a darse dentelladas por ver quién se lleva el mayor hueso de los 72.000 millones de fondos europeos llamados Next Generation. Canarias y Baleares son dos territorios donde mayor ha sido el estropicio económico y social, como demuestra el hundimiento del PIB en ambos territorios. Los indicadores de paro, pobreza y exclusión social en el archipiélago canario son tan alarmantes que casi no necesitarían ni comentarios. Pero la España asimétrica se ha convertido en poliédrica. Es decir, los ricos tienen la cara de un ladrillo. Ninguna de las grandes comunidades quiere que el criterio de reparto sea en base a la necesidad o los estragos sociales causados por la pandemia y la crisis. Unas pedirán en función del peso poblacional, otras en orden a sus propias necesidades. Pero en todo caso, los colmillos saldrán a relucir en el teatrillo de la pasta. Aunque si fueran realmente listos, los presidentes de CCAA sabrían ya perfectamente a dónde va a ir el grueso de los millones que vienen de Europa. Y no será a otro sitio que no sean Cataluña y País Vasco, que son las dos comunidades que con sus votos nacionalistas e independentistas, de derechas y de izquierdas, sostienen a Pedro Sánchez en la Moncloa y conceden mayoría a su Gobierno. Y no hay más. Votos son amores y no buenas razones. Y a llorar al huerto.