Bajo este sugestivo título Madrid presentó su potente candidatura y ganó la nominación de Patrimonio de la Humanidad para un espacio urbano de ciento noventa hectáreas –más de setenta de zonas verdes– en las que radican notables instituciones del arte, la política y las finanzas.

En su XLIV Comité, celebrado en Fuzhou (China) y con el apoyo unánime de la veintena de países que lo conforman, la Unesco reconoció los excepcionales y sostenidos valores del Paseo del Prado, primero de los arbolados en una capital europea (construido por Felipe II fue disfrutado por los vecinos desde el siglo XVI y lo consolidó en su actual aspecto Carlos III, el Buen Borbón); del espléndido parque del Buen Retiro, pulmón de la Villa y Corte, y del histórico Barrio de los Jerónimos, templo señero cuyo antiguo claustro está integrado en la ampliación de la primera pinacoteca española, por la feliz actuación del arquitecto Rafael Moneo inaugurada en 2007.

Con el acuerdo de todos los grupos políticos, la candidatura fue presentada por el Ayuntamiento y la Comunidad con el apoyo del Gobierno de España a través del Ministerio de Cultura y supuso, aunque tal vez no cuente ni sirva para el futuro, una excepción en la dinámica política de la capital del reino, un paréntesis ejemplar en las suspicacias y enfrentamientos que no han respetado ni las malas horas de la pandemia.

Durante la alcaldía de Manuela Carmena se documentó la petición y se definió la sólida percha argumental que conjuga cultura, ciencia y naturaleza en un segmento sin parangón en Europa ni en el mundo.

Así se enumeran, con el espléndido e intenso Prado, el Thyssen-Bornemisza, que amplía y diversifica las colecciones públicas, y el Reina Sofía, con sólido prestigio en las vanguardias, aparecen también los museos de Antropología, Artes Decorativas y Naval; la Caixa Forum y la sabrosa Cuesta de Moyano para satisfacer a bibliófilos y curiosos; la Real Academia de la Lengua, el Jardín Botánico, con sus especies comunes y exóticas y su notable archivo de las expediciones ultramarinas; la Casa de América, establecida en el Palacio de Linares; el Ayuntamiento en su nueva sede de Cibeles; el Congreso de los Diputados en la Carrera de San Jerónimo, el Banco de España, la Bolsa de Comercio, el Cuartel General de la Armada, los ministerios de Agricultura y Sanidad, y los suntuosos Palace y Ritz, banderas de la hostelería madrileña. A todos estos activos, se suman dos docenas de bienes culturales, tan famosos y diversos como la Puerta de Alcalá, las fuentes de Cibeles, Apolo y Neptuno, y las esculturas y monumentos en los parques y vías.

La Comunidad de Madrid cuenta con cuatro núcleos premiados con el máximo reconocimiento de la Unesco –Alcalá de Henares, el Escorial y Aranjuez, además del Hayedo de Montejo, distinguido como Patrimonio Natural–. El eje Paseo del Prado Buen Retiro suma el número 48, un balance de lujo y un activo turístico y cultural del mejor nivel que tirios y troyanos tienen que defender sin debates ni reservas.