Llevo mucho cuidado con no resbalar en la bañera, pero la otra noche resbalé en sueños y me maté y me desperté después de haberme matado. De modo que en ese sueño estoy completamente muerto en el fondo de la bañera y el agua de la ducha sigue cayendo sobre mi cuerpo de manera inclemente porque no viene nadie a cerrar el grifo.

A ver qué hago

Me acuesto al día siguiente con la firme voluntad de retomar el sueño, de manera que alguien se haga cargo del cadáver y se cumplan los protocolos consiguientes. Pero me preocupa sobre todo que alguien cierre el grifo porque a mi padre le ponía muy nervioso que gastáramos agua o luz a lo tonto. Menos mal que cuando me maté en el sueño era de día y no estaba encendida la lámpara del cuarto de baño, porque sería un sufrimiento doble.

Las compañías de la luz son tan codiciosas en lado de allá como en el de acá, de manera que mucha gente se ha empezado a duchar a oscuras, con lo que los riesgos del resbalón no hacen otra cosa que aumentar.

–¿En qué piensas?– pregunta mi mujer, que me ve abstraído.

¿Le digo que hay una dimensión de la existencia en la que permanezco sin vida en el fondo de la bañera, seguramente con una brecha en la cabeza, y con el grifo de agua caliente abierto?

Como la caldera es de gas, y el gas está por las nubes también, no dejo de gastar por cualquier lado que lo mire. Lo curioso es que me preocupe eso y no el hecho de estar difunto.

–¿Que en qué pienso?– replico.

–Sí, parece que estás en la Luna.

–Pues estaba dándole vueltas a la idea de cambiar la bañera por un plato de ducha.

–Pero te gusta darte un baño de vez en cuando.

–Es mucho gasto de agua. Y de gas.

–Ahora te has vuelto ecologista -ironiza.

¡No me he vuelto ecologista!, me dan ganas de gritar. ¡Me he muerto con el grifo del agua caliente abierto!

En la tele ponen una de vaqueros.