No conozco a muchos que hayan leído ese librito de Rafael Alberti Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos, que a veces se ha publicado junto a Sobre los ángeles, pero en esta madrugada define perfectamente el estado (manifiestamente mejorable) en el que me encuentro. Sí, sin duda yo era un tonto, pero lo que he visto en los últimos treinta años me ha vuelto dos tontos, porque los hechos no importan, sino la fuerza; porque la lucidez solo es útil para acabar con ella, porque el supuesto consenso de valores y principios sobre los que actuamos en la esfera pública no son sino humo y quien no aprenda a respirarlo, quien no desarrolle sus propias agallas y un espíritu de servicio prostibulario, está jodido. Realmente jodido. Así que, por ejemplo, el señor que lleva la empresa pública de viviendas en el organigrama del Gobierno de Canarias se dedica al negocio inmobiliario, una información, por cierto, que facilitan altos cargos del Gobierno de Canarias. Pero eso es casi una insignificancia, porque lo realmente maravilloso, con que a uno le entontece hasta babear, es que quien propone al susodicho, quien lo nombra de facto, es Casimiro Curbelo, líder de la Agrupación Socialista Gomera. ¿En el reparto del pastel gubernamental no le había correspondido a ASG la Consejería de Turismo? Pues sí, tontomierda, pero también se le ha cedido una presencia tutelar en Visocan. ¿Pasa algo? El presidente Ángel Víctor Torres nunca ha explicado estas minucias, ciertamente. Ya se sabe –lo contó en un discurso el otro día– que lo mejor es ser socialista. Hombre, ahora mismo, no le digo yo que no, aunque también ser un exmilitante socialista y contar con tres diputados en la Cámara regional es muy sabrosón. Pero descansen, tontos de guardia, porque Torres jamás explicará, ni menos justificará, esta patita peluda en Visocan, y de la misma manera evitara referirse a los enjüages en Promotur o en Gesplan, y menos aún la vara de mando que se cedió a Curbelo en el área de Salud de La Gomera –entidad del Servicio Canario de Salud– o en Puertos Canarios. Porque Canarias, mismamente, es una, una sola sobre el mar azul y un cielo de esperanza, fuera para siempre de insularismos caducos y tramposos, salvo cuando necesitas tres votos, tres, y entonces una gerente sanitaria o el director de un hospital los decide el presidente de un cabildo. ¿Y los medios públicos de comunicación, tontolaba? Pues no hay problema. Ahora se contratan las producciones a los amigos afectuosos, exactamente igual que antes, pero con mucha mayor profusión, arbitrariedad y descaro, que para eso hemos evitado con extremoso cuidado, exhibiendo impúdicamente quien la tiene más larga en sesión parlamentaria, que exista un director general fiscalizado por una Junta de Control.

Aquí se mantiene al administrador único hasta que las ranas críen pelos mientras él mismo cría ranas cantarinas, y ya se verá a finales de legislatura o mejor, a principios de la siguiente. Programas onerosos que no tienen audiencia, entrevistas vergonzosas de un catetismo sublime, un apestoso sahumerio persiguiendo sin piedad al presidente y vicepresidente del Ejecutivo, ni una sola voz crítica sobre las políticas públicas que se practican desde el Gobierno, los cabildos o los ayuntamientos, la cultura como floripondio modernuqui o como cajón de anécdotas grotescas, nada de debates infectos, el reino del buen rollo sonriente y chicloso. Ah, y la supervivencia de voces y caretos que supieron bruñir con su propia lengua los sables de antaño y que ahora vierten su palabrería y su indómita capacidad para el peloteo donde haga falta, tonto completo y sin remedio, y las colas de gente en Cáritas, en las oficinas municipales de asuntos sociales, en los bancos de alimentos siguen creciendo mientras se prepara la transformación de Canarias en un país moderno y próspero.