Hace un año publiqué en este mismo periódico un extenso artículo que titulé: 25 de julio de 1797, ¿se meditó la capitulación ante el inglés? Todo el desarrollo del artículo estuvo apoyado fundamentalmente, en una anotación de la hoja de servicios de Luis Marqueli Bontempo, que era en aquella madrugada coronel director subinspector de Ingenieros de Canarias. Esa anotación dice: «En 1797 contribuyó como es notorio a la gloriosa defensa de la plaza de Santa Cruz y a que no tuviese efecto la capitulación que ya se meditaba». Por lo tanto, el protagonista principal, casi absoluto, de mi narración fue Marqueli. Hablé de su actuación esa noche pero no de su persona.

A Luis Marqueli lo conocí con motivo de la celebración de los 200 años de la Gesta. Se me encargó entonces una conferencia, que titulé, dada mi condición de ingeniero militar: Los ingenieros militares en el 25 de julio. Investigué sobre él y no sé, desde entonces, cuántos artículos habré escrito y cuántas conferencias habré pronunciado sobre este personaje, la última hace muy poco, el día 22 en el Real Casino, que titulé El retrato de Luis Marqueli, en el que aproveché la curiosa historia de ese retrato para dibujar un perfil del personaje.

Ese cuadro, que se encuentra en el Museo de Almeyda e ilustra este artículo, se pintó basándose en una miniatura de cuando tenía 23 años. Nos permite ver una imagen del personaje que sí se corresponde con la personalidad que Luis Marqueli demostró por sus hechos. El cuadro nos presenta un noble y enérgico rostro, con una mirada que denota un carácter orgulloso y frío. Los duros pliegues de sus labios nos sugieren un hombre intransigente acostumbrado a imponer su voluntad.

Luis Marqueli Bontempo fue un personaje controvertido, porque era de esos hombres que, apoyados en sus grandes cualidades personales, despiertan grandes entusiasmos, pero por su carácter intransigente también grandes rechazos. Dedico este artículo a contar algunas de sus actuaciones, porque como dicen los evangelios por sus hechos les conoceréis.

En octubre de 1796, España declaró la guerra a Inglaterra. Era la consecuencia inevitable del Pacto de San Ildefonso, firmado en el mes de agosto anterior entre Francia y España. En esta situación de guerra ante los ingleses, de entre las 16 personas que en esos momentos formaban lo que podríamos llamar el estado mayor del general Gutiérrez destacaban las figuras de dos coroneles, los coroneles de los Reales Cuerpos de Ingenieros y de Artillería Luis Marqueli y Marcelo Estranio. Ambos eran, sin duda, los más caracterizados dentro de aquel grupo. Tenían los dos una gran formación militar y científica; no en vano procedían de las academias de Barcelona y Cádiz.

A pesar de ser los más inmediatos colaboradores del mando, los dos coroneles no mantenían una buena relación entre ellos. Aunque las disensiones venían de lejos, lo que encendió la mecha fue la propuesta que Luis Marqueli hace al comandante general, el 2 de mayo, de que los cañones de la Batería de Santa Isabel pasaran a la Batería de la Cabeza del Muelle, que estaba desartillada. Esta petición no dejaba de ser un asunto técnico, que se podía discutir, pero es que el escrito lo termina con algo que debió sublevar a Estranio. «Renuevo a V.Exª mis ofrecimientos de servirla si fuera necesario, pues por la misma razón que es la más avanzada y expuesta, la considero como puesto de honor». Es decir, no sólo entra en temas que son exclusivamente artilleros, sino que además pretende mandar la batería.

El día 4 el general Gutiérrez asume la propuesta de Marqueli y da la orden a Estranio para que se reemplacen los cañones de la Batería del Muelle y que se verifique a la mayor brevedad. Esto ya no lo puede soportar el artillero y remite un oficio a Gutiérrez en el que le dice que se consideran ofendidos él y sus oficiales del Real Cuerpo de Artillería por la intromisión del comandante de Ingenieros y se expresa de un modo un tanto inpertinente: «Que su critica carece (como las demás razones de su oficio) de todo fundamento». Y termina: «De aquí tendrá V.E. en conocimiento las resultas que trae mezclarse a hablar los extraños en asuntos de otro Cuerpo». Después de este rifirrafe, Antonio Gutiérrez dirige un escrito a Estranio que no tiene desperdicio: «VS y el comandante de Ingenieros pueden y deben proponerme cuanto les parezca conducente a la mejor defensa de esta Plaza, para poder yo resolver en cada caso lo que me parezca más conveniente».

Hay que decir que Marqueli se había formado en la Academia de Matemáticas de Barcelona y allí los cursos eran comunes para ingenieros y artilleros hasta el final de la carrera en que se elegía especialidad. Por lo tanto, dominaba la técnica artillera y erre que erre consiguió que en la ocasión del ataque de Nelson se le diera el mando de una pieza artillera en el Castillo de San Cristóbal, aunque no llegó a entrar en fuego

En ese estado de guerra, toda la tranquilidad que antes se disfrutaba en Santa Cruz se convirtió en un continuo sobresalto. El primero importante tuvo lugar en la noche del 18 de abril. Los ingleses secuestraron dentro del puerto la fragata Príncipe Fernando y el 29 de mayo repitieron la operación con la corbeta francesa    La Mutine, dos actos al más puro estilo de la piratería, y la reacción de los defensores en ninguno de los dos casos fue precisamente eficaz.

A la mañana siguiente, de este último secuestro, ocurrió lo que cuenta Domingo Vicente Marrero, alcalde real de Santa Cruz: «Aquel día a las ocho de la mañana tuvo el Sr. D. Luis Marqueli una fuerte contestación con el capitán Eduardo (capitán de Artillería encargado del municionamiento). Haciendole el dicho Marqueli cargo de como por amor de él se había el enemigo llevado la corbeta, pues cuando menos se pudo haber echado a pique, si hubieran estado prontas las llaves que cuando se buscaron no se encontraron por ignorarse su paradero». Las voces fueron tan grandes que el comandante general les hizó entrar en su casa «y allí hablaran y no en aquella publicidad que todos oían».

Este altercado es lo que más ha perjudicado al prestigio de Marqueli. Da pie a que Jesús Villanueva, en su libro El fuego de bronce, que en mi opinión es el episodio nacional sobre la Gesta que podría haber firmado Benito Pérez Galdós, presente a Marqueli cómo un militar duro y desconsiderado con sus inferiores. Sin embargo, para Marrero solo merece elogios: «¡Que gloriosa fuera esta isla si poseyera muchos jefes como Marqueli! Hombre digno de nuestro elogio y siéntase quien quisiere, pues esta la verdad bien acreditada». Esta última frase nos está dando a entender que por bueno que fuera tenía enemigos declarados.

Terminado felizmente el episodio del ataque de los ingleses, a Marqueli aún le quedan 16 años de servicio, hasta que por sus años y su delicado estado de salud el 13 de abril de 1813 queda con destino de cuartel en Tenerife y es relevado, relevo un tanto complicado porque nadie se atrevía a decírselo.

Pero en esos 16 años ocurrieron muchas cosas. Antonio Gutiérrez murió en 1799. Le sucedieron el mariscal de campo Perlasca y a continuación en 1803 el Marqués de Casa Cagigal,decidido partidario de Manuel Godoy, Marqueli que, a pesar de su carácter, hoy se le podría catalogar como un demócrata liberal, siguiendo su costumbre de anotaciones al margen de los escritos, hace comentarios muy criticos para el valido, un subordinado suyo un ingeniero se los muestra al comandante general, y eso le cuesta ser separado del mando de la Comandancia. Pero llega la invasión francesa, se crean las Juntas Supremas y la de Canarias destituye a Cagigal y repone en el mando a Marqueli. Pero también con la Junta tuvo problemas.

Una de las primeras determinaciones que toma la Junta Suprema es dar a Carlos O’Donnell, teniente de Rey, el mando de las Armas de la Provincia, cargo que Marqueli consideraba que le correspondía por ser el oficial de mayor graduación. O’Donnell era graduado de coronel y no había tenido empleo vivo en el ejército más que el de capitán en el Regimiento de Irlanda. Y la Junta le asciende directamente a Mariscal de Campo y lo justifica en las pruebas de patriotismo y de lealtad que O’Donnell había dado en la memorable crisis que decidió la suerte de esta provincia. Marqueli no lo soporta más y se dirige al Rey en petición de amparo: «¡Pero aquí Dios y todos sus Santos! ¿Qué crisis es esta? ¿Qué peligros ha corrido aquí la patria? ¿Qué motines, qué alborotos, qué sosegar? ¿Qué enemigos que vencer? ¿Dónde estábamos pues nosotros que nada de esto supimos, que nada de esto vimos, y sí un pueblo siempre muy quieto, muy fiel, muy obediente, muy dócil, como lo son todos los naturales de esta isla y muy adictos a su amado Rey el Señor Fernando VII que de antemano habían proclamado con la mayor ternura y entusiasmo? ¿Es posible que esto se haya dicho seriamente y expuesto a nuestros ojos? Esto sí que es querer burlarse de nuestra credulidad». Cuando Marqueli habla de que habían proclamado su entusiasmo por Fernando VII se está refiriendo a una manifestación que organizó el Ayuntamiento para celebrar su llegada al poder después de la abdicación de su padre Carlos IV.

Esta actitud de nuestro personaje con la Junta le produjo no pocos disgustos y un arresto. Utilizando el Reglamento del Cuerpo de Ingenieros, que regulaba como máximo en la permanencia de un destino en 10 años y otro que indicaba que los mariscales de campo deberían estar destinados en plazas de mayor importancia o en ultramar, la Junta Suprema le ordena que regrese a la Península. Marqueli se niega diciendo que no reconoce más órdenes que las del comandante general del cuerpo. La Junta le comunica entonces que permanezca arrestado en su domicilio. Más tarde la Junta Suprema de Sevilla le levanta el arresto y todo quedó en una amonestación.

Desde su separación del servicio activo remitió varias instancias al Rey, implorando más que rogando, que se le ascendiera a teniente general, no por vanidad, sino para que sus hijas tuvieran una mejor pensión. El 18 de diciembre de 1817, el comandante general Pedro Rodríguez de la Buría dirige este sobrio escrito al ministro de la Guerra: «El martes 16 del corriente, a las 2 de la tarde, falleció en esta plaza el mariscal de campo D. Luis Marqueli. Lo que aviso a VE para que se sirva ponerlo en noticia de SM».