Se decía el otro día «preocupado» el Gobierno de Washington por las noticias según las cuales China está expandiendo su arsenal nuclear a un ritmo al que no nos tenía acostumbrado.

Pekín parece haber abandonado, según el portavoz del Departamento de Estado, Ned Price, la que ha sido durante décadas su estrategia de reducir al mínimo su fuerza de disuasión nuclear .

«Se trata de un rearme preocupante. Nos hace preguntarnos por cuáles sean los objetivos que persigue la República Popular China», afirmó el funcionario.

Expertos del Centro James Martin de No Proliferación han examinado fotos realizadas desde satélites y llegado a la conclusión de que China ha instalado cerca de ciento veinte nuevos silos para misiles en una región desértica de la provincia de Gansu.

Jeffrey Lewis, uno de los expertos en armamento de ese centro, californiano, escribe en la revista de política exterior Foreign Policy que los silos podrían estar destinados a los misiles intercontinentales más modernos de que dispone el país: los DF-41.

Éstos pueden llevar varias cabezas nucleares y alcanzar territorio estadounidense. Sin embargo, Lewis reconoció que el hecho de que haya 120 silos no significa necesariamente que contengan otros tantos misiles.

Puede ser que algunos de ellos sirvan de maniobra de distracción y estén destinados únicamente a impedir que el enemigo pueda acabar de golpe con todo el poderío nuclear del país.

Con todo, en opinión de ese experto, son muchos los nuevos misiles si se tiene en cuenta que el año pasado se creía que China disponía sólo de un centenar de misiles de alcance intercontinental.

Conviene situar en cualquier caso el rearme chino en el actual contexto internacional, comparando su arsenal con el de otras potencias nucleares.

Según el Instituto de Investigaciones sobre la Paz, de Estocolmo, China cuenta con 350 cabezas nucleares frente a las más de 5.500 de EEUU y un número superior a 6.255 que tiene Rusia.

Tal disparidad entre los arsenales de unos y otros le sirve de pretexto a Pekín para negarse a participar de momento en negociaciones sobre control de armas.

El diario del Partido Comunista chino Global Times argumentaba recientemente que el país tiene que alcanzar un número de cabezas nucleares que haga estremecerse a las «elites norteamericanas».

Ocurre además que los halcones chinos, que también los hay allí como en EEUU, se dicen alarmados por el plan de Washington de instalar misiles de alcance medio en la región.

Así como por el efecto negativo que puede tener sobre la capacidad disuasoria china el sistema de defensa antimisiles THAAD, estacionado en Corea del Sur.

Durante la celebración del primer centenario del Partido Comunista chino, el presidente Xi Jinping, afirmó que su país «jamás permitirá a una potencia exterior hostigarnos, oprimirnos o esclavizarnos».

Con independencia de la repulsa que nos produzca la actual dictadura comunista/capitalista china, tales palabras no deberían sorprender, sin embargo, a nadie que conozca la historia de humillación colonial de ese país.

El rearme chino preocupa por supuesto con toda razón a Occidente, pero ¿es inimaginable que ocurra lo mismo a la inversa?