Estos son días de reuniones de pastores, porque las ovejas están moribundas. Los presupuestos ya se están haciendo al fuego y a la gente del pacto de las flores le ha entrado un hambre terrible. Angel Víctor Torres, el presidente, ha tenido que mandarles un mensaje a todos para invitarles a degustar el menú más famoso de la política: lentejas. Ya saben: o las tomas, o las dejas.

Casimiro Curbelo y Noemí Santana han lanzado sus andanadas mientras Román Rodríguez trajinaba en la cocina con los presupuestos. Están lanzando avisos antes de que se repartan las perras. Es la etapa del galanteo político, cuando se disparan las feromonas. Algún portavoz de Podemos, incluso, comentó las declaraciones de Curbelo interpretando que anunciaba nuevos fichajes (vaya despiste). Y dijo, con sarcasmo, que ir de coche escoba en la política canaria –recogiendo los que dejan otros partidos– no ha funcionado muy bien en las islas. Bueno, no siempre, porque el caso de Podemos tienen una líder que viene de Nueva Canarias.

Algunos recelan de la Agrupación Soocialista Gomera –la Aserejé, como le dice burlonamente Román Rodríguez– y creen que está preparando un desembarco en varias islas para expandir el proyecto. Pero es que eso es de cajón. Lo promovieron quienes aprobaron una lista regional de nueve diputados, que cambió las reglas del juego electoral en Canarias. A los partidos de ámbito insular, especialmente en las islas no capitalinas, no les queda más remedio que romper el techo de cristal que les confina a la geografía electoral de unos pocos diputados en su territorio. Crecer o morir. He ahí su dilema.

Lo mismo persigue Nueva Canarias, con sus alianzas en las islas menores y con los últimos planes de desembarco en la isla de Tenerife, la pata que más le cojea en su proyecto nacionalista, cogiendo restos del naufragio de Ciudadanos. Además, se produce el hecho que la crisis social ha creado un mercado de descontentos que pueden ser un semillero electoral.

Existe un creciente hastío por el eterno protagonismo acaparador de las dos grandes capitales de Canarias, que se reparten el peso de la función pública, las sedes del poder y el protagonismo de la economía pública. En Tenerife, por ejemplo, está creciendo la transmisión del virus de un agrio sentimiento de abandono y cabreo, porque muchos piensan que el peso de la política se ha situado en Las Palmas. Una idea altamente corrosiva a cuya contención no ayuda el efecto devastador de la crisis económica, el enorme retraso en las obras públicas de esta isla, el atasco permanente de sus grandes proyectos o, simplemente, su inexistencia.

Y para que todo lo anterior se convierta en un cóctel Molotov en Canarias, solo hace falta considerar la existencia de un cuarto de millón de parados y otros ochenta mil trabajadores suspendidos, miles de familias en situación de penuria social y una economía en barrena porque el turismo ni está ni se le espera. Pobreza, pleito y crisis sanitaria. La tormenta perfecta.

Al actual Gobierno de las islas no le está desgastando la oposición, que está más perdida que el barco del arroz y se limita a permanecer pacientemente sentada en el chaflán de las encuestas, esperando a que, dentro de dos años pase el cadáver del pacto, devorado por los parados, los cabreados, los desahuciados, los no vacunados, los empleados públicos despedidos y una lista interminable de agravios insolubles. Al Gobierno del pacto de izquierdas en Canarias lo que le está matando es una explosión de la pobreza que no tiene remedio y la ceguera de Madrid, que solo alcanza a ver su propio ombligo.

Los aldabonazos de dos socios de pacto tienen mucho que ver. Ambos van a la médula del acuerdo que sostiene el Gobierno. El acuerdo no se firmó para trasegar influencias con el poder mediático o componer favores con vistas electorales. Se sustanció porque las fuerzas de izquierda que lo firmaron sostenían que los más vulnerables necesitaban de un esfuerzo extraordinario de sus gobernantes. Pero la pobreza y la exclusión social no solo no ha retrocedido, sino que ha estallado en cifras récord. Y Madrid no ha estado a la altura. Ha sido el principal aliado de la oposición.

Torres ha pedido que la ropa sucia se lave en casa. Y que los mensajes entre socios no se manden por la prensa. Pero algunos, en el Gobierno, son conscientes de que el ácido de los intereses va corroyendo la ética de un acuerdo que nació para los más débiles y ha terminado funcionando para los de siempre. Como siempre. Pero de eso no se habló mucho. El tema fueron las lentejas.

Tengo una enorme confusión. Pensaba que una laguna era un charco de agua, menor que un lago. Y que si era una «laguna legal» se trataba de un vacío o un olvido en alguna norma. Ahora resulta que Nueva Canarias y Unidas Podemos consideran que si Vidina Espino continúa en el Grupo Mixto del Parlamento es gracias a una «laguna legal». Pero no es así. Ni de coña. En el artículo 27 del reglamento de la Cámara –aprobado por los partidos– se establece que los diputados que dejen su grupo pasarán a ser no adscritos excepto –y lo detalla sin ningún género de dudas– los diputados integrantes del Grupo Mixto, que ya en principio no están en ningún grupo político. Lo que pasa es que en Nueva Canarias y Podemos le tienen muchísimas ganas a Espino, que desde la oposición les ha dado caña hasta en el carné de identidad. Y le encantaría castigarla dejándola sin perras. Pero va a ser que no. Porque no hay ningún «vacío legal». Está completamente lleno con palabras muy claras. No le podrán quitar las perras y la ex de Ciudadanos les va a seguir «molestando» el resto de la legislatura. Como las leyes no se pueden cambiar ni retorcer en función de las conveniencias de cada momento –salvo que alguien prevarique mucho– Espino seguirá en el Grupo Mixto de esa animadísima charca política donde los cocodrilos tienen dientes del tamaño de reglamentos.