Los empresarios están centrados en recuperar los niveles de actividad previos a la crisis, así como en una situación de incertidumbre de la coyuntura y la necesaria preparación previa para poder competir con nuevos hábitos de consumo y para la transformación, que podrá crear empleo, pero nunca a corto plazo.

Mientras tanto, el ministerio de Trabajo amenaza a los interlocutores sociales con un uso excesivo del reglamento en vez de potenciar la negociación colectiva.

Buscan el desencuentro permanente para legitimar el uso del decreto, arrojando infundadas sospechas sobre trabajadores y empresarios.

Europa no está en esas tesis. No es lo mismo temporalidad que precariedad.

La temporalidad es intrínseca a muchas actividades de carácter estacional, como el sector comercio, la construcción, el turismo o la restauración y la eliminación radical de este tipo de contratación la pagarían, sin duda, a los jóvenes que excluiría del mercado laboral.

Europa está en la senda de la transición verde, la transformación digital, el crecimiento inteligente e inclusivo, la cohesión social y territorial, la resiliencia sanitaria, económica, institucional y social, así como el crear políticas para las próximas generaciones.

Ese si es un verdadero punto de confluencia entre la vida pública y la privada.

Lo llaman respeto, diálogo y futuro. Necesario, por otra parte, para conseguir que los mecanismos que posibiliten esos objetivos se pongan en marcha en distintitas materias:

Situaciones presupuestarias creíbles y prudentes, sostenibilidad de la deuda, sostener el sistema de pensiones, mejorar el acceso al mercado de trabajo, implantar el desarrollo sostenible, inversión y asistencia sanitaria para situaciones de excepción y cuidados de larga duración, reducción de la pobreza, y en general, sostener el estado del bienestar a través de la creación de actividad económica y empleo.