La Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife ha publicado un estudio de un equipo de la Universidad de La Laguna, con Domingo Jesús Lorenzo Díaz a la cabeza, que supone una pequeña bofetada a la ceguera institucional de Madrid con Canarias.

Lo que viene a decir el trabajo es que al Instituto Nacional de Estadística le pasa lo que a los ministros: que no conoce el Régimen Económico y Fiscal de Canarias. Y precisamente por eso, en el cálculo que se hace de la capacidad fiscal de las islas, se mete la pata hasta el corvejón calculando los ingresos sobre una imposición indirecta del 21%, que es el del Impuesto sobre el Valor Añadido peninsular, en vez de sobre el 7% del Impuesto General Indirecto Canario. La diferencia que media entre 4.355 millones y 2.519 millones, que es el cálculo del último año recogido en el estudio, que es 2018.

El asunto parece tan chusco que resulta difícil de creer. ¿De verdad que en Madrid no se han enterado de que existe una parte del territorio español donde se aplica una fiscalidad indirecta diferente? Por lo que parece es así. Ni repuñetera idea.

El tema se las trae, porque Canarias, a efectos estadísticos del INE, aparece ante la Unión Europea como un territorio situado en el tramo intermedio de riqueza cuando la realidad es que estamos en el saco de los más pobres. El PIB per cápita de las islas, como ya se ha denunciado muchas veces, se ha derrumbado desde el 85% de la media de los países de la Unión Europea, que teníamos en el año 2000, al 68% de hoy. Y lo ha hecho porque la tasa de crecimiento poblacional en Canarias —a la que nadie ha hecho repajolero caso— ha sido el doble de la media estatal. Es la cuenta de la pata: a mayor gente a repartir, menor riqueza por cabeza.

A efectos prácticos, lo que podría haber provocado este error en el cálculo de la riqueza real es que Canarias reciba menos ayudas de la UE en la última década. Concretamente, calculan, más de ochocientos millones de euros. Y para unas islas que viven básicamente de dos importantes recursos: los ingresos por la actividad turística y las subvenciones y ayudas, que una de las dos patas esté tan coja es una anomalía importante.

Nuestro archipiélago no ha sabido instalar el REF en el acervo institucional del Estado español. Ha permitido el contrasentido de seguir importando mano de obra para el sector turístico, aún cuando teníamos en las islas tasas de paro superiores a veinte puntos. Y ha conseguido, después de cuarenta años de autonomía, que su dependencia de los fondos públicos externos haya aumentado hasta niveles jamás vistos.

Pero ni siquiera somos eficientes en vivir del cuento, porque si es verdad lo del error de cálculo ¿cómo es que no nos hemos enterado? Que nos hayamos especializado en vivir de las rentas ajenas y nos hayan metido un gol como el el INE demuestra que hasta en eso somos malos.

El Recorte

Viejos abandonados

La noticia es como una bofetada. La cuentan en Radio Club y te quedas escuchando como si no te lo creyeras. En el hogar Santa Rita los informes de las inspecciones han detectado brotes de sarna y mayores que pueden pasar hasta trece horas sin ingerir ningún alimento. ¿Qué mierda de país es este? ¿Qué hacen nuestros mayores, esos cuyas familias no pueden pagar dos mil euros, acogidos en centros de caridad? Cuando llegó el coronavirus, ese que “los expertos” del Gobierno decían que nunca llegaría y que en todo caso tendríamos uno o dos casos, entró por las residencias de ancianos como Pedro por la Moncloa. Los dejamos indefensos, aunque eran la población de mayor riesgo. Luego se llevaron las manos a la cabeza y llegó el remedio, que fue casi peor que la enfermedad. Los aislaron de sus familias que se retorcían las manos mientras sus padres ya abuelos fallecían en soledad sin ver una cara amiga, un rostro familiar, en los últimos momentos de su vida. Qué momentos más horribles han vivido muchos en esta pandemia. Qué historias de rabia, de dolor y de rencor que ya no tiene cura. Pero aún hoy nos sigue sorprendiendo cómo los ancianos son abandonados a su suerte en la cuneta de la vida. Nos gastamos 150 mil euros en un programa de dos horas de entrevistas en nuestra gran televisión canaria pero no hay 50 mil euros para comprar comida para el banco de alimentos. Dedicamos dos mil millones al piche, pero seguimos sin tener residencias donde cuidar a nuestros viejitos. Lo mires como lo mires, a veces parece que no tenemos entrañas.