Los responsables de empleo del Cabildo y de la Cámara de Comercio presentaron el 9 de julio los problemas y las posibles alternativas para los parados de larga duración en la Isla de 45 a 60 años, situando los mismos en algo más del 50% de las 118.778 personas desempleadas que hay en Tenerife (sin contar los que están en ERTE). Por lo visto, nos proponen unos cursos online, cómo crear los empleos digitales y el Programa Integral de Cualificación y Empleo PICE como alternativa.

Esto nos lleva a reflexionar sobre el paro y las papas. Los agricultores del Norte de Tenerife nos dicen que los precios de las papas no cubren los costes de producción. Se están vendiendo a 0,30 o 0,40 euros/kilo cuando los costes de producción están entre 0,70 y 0,80 euros/kilo. Esto ocurre porque hemos importado papas del tercer mundo con precios con los que -en buena lógica- no podemos competir. Es más, nuestros agricultores afirman que con nuestra cosecha propia no cubrimos el consumo hasta el próximo octubre y que faltan cámaras frigoríficas y voluntad política para resolver el problema de las importaciones.

Los problemas de las papas ponen de manifiesto la descoordinación de la política agraria en las islas. Se facilitan las importaciones sin asumir ni tener en cuenta el interés social y el de los agricultores, ni la relación entre el sector agrario comercial, el interés social y el ambiental. No hay que olvidar que gran parte de las tierras en las que sembramos papas nos protegen de los incendios, ya que es ahí donde nacen y crecen los mismos en los veranos canarios.

Por lo tanto, no solo estamos hablando de autoalimentación y puestos de trabajo, sino también de medioambiente y defensa antes los peligros de los incendios. Además, cuando sembramos papas, defendemos y mejoramos las Canarias vaciadas, ya que el medio rural ha perdido en las últimas décadas gran parte de los gestores y cuidadores del mismo. Cuando hablamos de la huella de carbono kilómetro 0 o de economía circular, estamos tratando un tema coherente con la nueva política europea hacia el campo y los campesinos.

En este marco, el Cabildo y su PICE es más una referencia urbana consumista que otra cosa, ya que gran parte de las personas mayores de 45 años saben encavar el sacho y manejar el merry –y en algunos casos un tractor–. Es más, en muchos casos se han incorporados jóvenes con ilusiones y compromisos en el campo, pero con la situación actual los hemos ido echando del mismo.

Nos parece bien que se aprenda informática, que se hable de digitalización, pero no echando más agricultores del campo. ¿Es entendible que cuando estamos cavando la mayor cosecha del año hayan importados papas de fuera? ¿Puede imperar las razones mercantiles de unos pocos antes al interés de nuestros agricultores y la alimentación de nuestro pueblo?

Las importaciones deben estar controladas por el interés social, es decir, tener en cuenta aspectos ambientales, agrarios, puestos de trabajos y estabilidad demográfica. En un territorio socialmente más sostenible es razonable que las importaciones no puedan seguir como hasta ahora, máxime cuando se hacen de zonas no comunitarias con salarios de miserias.

Es bueno que sepan en los Cabildos y en el Gobierno de Canarias que aquí y ahora podemos autoabastecernos de papas, sembrando miles de puestos de trabajo en suelos a los que hemos de aportar poco riego, como ocurre en las zonas de los alisios de las cinco islas occidentales e incluso en los valles del norte de Lanzarote.

Lo que quieren los agricultores aquí no difiere de lo que consiguen en la Europa comunitaria. Es bueno que sepan en el Cabildo de Tenerife que hasta los años 1976 y 1977 la Isla exportaba entre el 70 y el 80% de lo que se enviaba al exterior de Canarias, generando miles de puestos de trabajo. Sin embargo, en 2020 importamos 68.000 toneladas, que en lenguaje campesino se traducen en miles de puestos de trabajo y, lo que es peor, con los precios actuales significa sembrar para el próximo año más miseria, campos abandonados y paro.

No parece razonable pedir recursos a Europa para alejar campesinos de la tierra y, supuestamente, enchufarlos a un ordenador y hacernos cada días más dependiente del exterior. Ahora tenemos la obligación de defender el campo y los campesinos, la tierra y el medioambiente.

Necesitamos una sociedad más justa y comprometida con el agro y no papas baratas con salarios de hambre para los campesinos de Egipto porque, por desgracia, eso también genera miseria aquí: comemos unos días más baratos y sembramos hambre e injusticia en esta tierra para el futuro. Pongamos unos días a los responsables políticos y a los maestros del PICE con un sacho cultivando papas para venderlas a 0,30 euros el kilo. A lo mejor dejarían de pensar y actuar como hasta ahora y valorarían en su justa medida el trabajo del campo y la necesidad de apoyarlo.

Cuando sembrábamos 15.000 hectáreas con rotación de cultivo, no solo éramos menos dependientes del exterior de eso que ahora llaman economía sostenible, sino que teníamos una sociedad más estable y ambiental, con menos peligros en el verano y, sobre todo, con un mayor equilibrio entre lo que demanda nuestro estómago y lo que podemos hacer en esta tierra para ser más solidario en todos los campos.

Parece más bien que el Cabildo de Tenerife y el Gobierno de Canarias estén gestionando la agricultura de la mítica isla de San Borondón o una parcela en la Luna o en Marte porque están alejados de la realidad. Hay que tener los pies en las dos tierras –en el planeta y en el agro– y hacer políticas que favorezcan a los campesinos que son, al fin y al cabo, los principales defensores del medio ambiente.