Estimada Lola:

Lleva usted pelando papas –o sea, trabajando en la cocina de un centro de enseñanza, perdone la broma– desde que Franco era corneta. Y ahora se acaba de enterar de que un Gobierno de izquierdas, progresista, de partidos que están del lado de los trabajadores, los más débiles y tal y tal, le va a dar la oportunidad única de hacerle trabajadora fija de la administración pública, en la que lleva tantos años en precario. ¡Vaya suerte! Le ha tocado la lotería.

Está el pequeño detalle de que va a tener usted que estudiarse la Constitución Española de 1978, el Estatuto de Autonomía y la Ley de Contratos Públicos, entre otras fruslerías. Un larguísimo temario en el que no viene cómo se guisan las papas. Ya sé que la cosa le coge mayor y que a ciertas edades a uno se le pone cuesta arriba ponerse a estudiar, entre papa y papa, el acervo jurídico de España. Pero es lo que hay.

Pudiera ocurrir que no apruebe usted las oposiciones. Y que después de tantos años se vea en la calle con una mano delante –la de pelar las papas– y otra detrás. Mal de muchos consuelo de tontas. Lo mismo le va a pasar a otras muchas miles de personas que llevan años trabajando para un empleador golfo, que hace las leyes y hace las trampas. Pero no se preocupe, porque este Gobierno progresista, de izquierdas, que está a favor de los trabajadores y tal y tal, le va a dar una delicada patada en el trasero pagándole una indemnización de 20 días por año trabajado, hasta un máximo de doce años. Eso que habían puesto a parir por indigno y miserable en la reforma laboral que hizo la derechona y que ahora ejecuta la izquierdona.

Me gustaría decirle otra cosa pero prefiero ser sincero: lo que le va a pasar es lo que usted se merece. Lo que nos merecemos todos los que hemos permitido que nos gobierne una interminable pléyade de incompetentes y cantamañanas, que no saben lo que es trabajar, que no han hecho otra cosa que medrar en el aparato político y vivir de un sueldo público toda la vida.

Tantos años pelando papas le van a llevar a pelar la mona en las listas del paro, de la que no la va a sacar nadie. Ochocientas mil personas, dicen los sindicatos, están en el mismo plan. Gente que consiguió un trabajo en las administraciones públicas pensando que si trabajaba para el Estado tenían la vida garantizada.

Doña Juana, siga usted trabajando en la cocina. Y hágame usted el favor de que no le invadan los malos pensamientos. No vaya a ser que mientras esté con el cuchillo en la mano, pelando las papas de importación, sienta la tentación de salir a la calle para meterle la papa y el cuchillo por salva sea la parte al ministro de turno. No merece la pena. Porque, mire por donde, están los tiempos tan raros que hasta puede que le hiciera usted el gusto.