Las biografías personales nos brindan una radiografía exacta de los promotores de la «política», como cumbre de inteligibilidad del mundo, frente a una supuesta intrusión en ella de la justicia con su obsesivo afán de hacer cumplir las leyes. Ocurre, y así llega a decir el gobierno, que encuentra la sentencia del procés con falta de perspectiva política (que suscribiría Carl Schmitt entusiasmado), como los contratos de obras públicas adolecen de ausencia de los cimientos y pilares de la perspectiva de género.

Los cruzados de la autonomía de la política como campo de legitimidad, autorregulación propio y, con mucho, de máxima preeminencia, son los que solo han vivido de la política y el cuento desde siempre. Para empezar tenemos dos presidentes de gobierno: el estadista Zapatero y el doctor Sánchez, de los que no se conoce actividad profesional anterior a vivir de la política; de Zapatero se dijo a modo de susurro que era profesor de Derecho Constitucional, vía enchufe circunstancial perentorio, y de Sánchez, también en la clave renacentista del esfumato, que trabajó un poco en una consultora –sin identificar– en Wall Street, y rápidamente comenzó a zascandilear por Bruselas (no por funcionario) y Sarajevo (no por experto) de la mano de otros Médicis: la europarlamentaria Bárbara Dührkop y el diplomático Carlos Westendorp (amigo de los padres) que lo tutelaron.

En tiempo récord los dos estaban viviendo para siempre como políticos profesionales, y entendiendo mucho de política, pero no de la ideológica ni teórica, tampoco la de gestión, sino la más prosaica de los burócratas supervivientes, siempre junto al mejor postor, no vayas a quedarte fuera. En unas décadas feraces en oportunidades internas por falta de competitividad, todo el que tenía donde ir acababa yéndose. Se quedaron de forma curiosa los vivencialmente antiemigración: ya que siempre saltan los más dispuestos. El PSOE más que ningún otro practicó el darwinismo social inverso, con tal éxito y pregnancia que lo ha incrustado en la enseñanza. Para igualar el subsuelo.

Los parlamentarios de izquierda se caracterizan A) por carecer de estudios, B) por ninguna experiencia, escasa formación C) pocos, magníficos técnicos de informes. Esa desnudez tan gélida la tornan en una hipersapiencia de gurús de la política de redil y acatamiento, de jergas y discursos mantra, con claves y exégesis de caminos y conveniencias políticas a los que los demás no llegamos.

Iceta actúa como si fuera Escohotado, con el federalismo de ubre catalana, siendo un gañan. Tan indocumentados y limitados, tan vagos y mediocres. La lista sabida, de lo que ellos en su cámara acorazada no tienen conciencia, viven en su hoyo de inmerecidos privilegios.