Digo tristeza; no digo rabia ni dolor. Digo solo que los prejuicios me producen una profunda tristeza. Una impotencia enorme porque es imposible derribar los muros levantados por los juicios infundados que ha edificado el pensamiento irracional ahogado por unas emociones ciegas.

¿De dónde nace este discurso triste que escribo este lunes?

Para algunas personas Cáritas no merece credibilidad, porque es la acción social y caritativa de la Iglesia. Su identidad eclesial es suficiente para no reconocer su actividad social y solidaria, su valor como agente de transformación y promoción de los derechos humanos, ni como verdadera entidad del tercer sector. Su condición eclesial, para algunos, es un condicionante para poder ser agente del desarrollo social de la solidaridad. Por su condición eclesial no merece respaldar una cátedra cultural en la Universidad de La Laguna.

No me enfada, ni me deprime, ni me enrabieta. Solo me entristece la ignorancia. Tal vez, por quitarle peso al calificativo querría mejor hablar de desconocimiento. Sí, me entristece el desconocimiento. Porque se supone que si no crees en Dios eres capaz de hablar y promover la solidaridad, pero si eres creyente, la solidaridad se te escurre de entre los dedos y no serás capaz de sentir compasión, empatía ni solidaridad. Son estos planteamientos decimonónicos, en pleno siglo XXI, los que me entristecen.

Hablamos de la entidad promotora del más importante informe sobre la exclusión en España y en sus comunidades autónomas, a través de la Fundación FOESSA, que con tanto reconocimiento se presentó en el campus de Guajara. Se trata de la entidad que junto con la Fundación Universidad y otras dos entidades más llevan adelante desde hace más de tres años el proyecto del Cabildo Insular de Tenerife “Barrios por el Empleo, Juntos más fuertes”. Se trata de una entidad inscrita en el Ministerio de Justicia con el nº 365-SE/C y en el Registro de Entidades sin ánimo de lucro en la Dirección General de Servicios Sociales de la Consejería de Empleo y Asuntos Sociales del Gobierno de Canarias, con el nº T.F.T.F. 06/041. Pero para algunos es incapaz de llevar adelante una Cátedra Cultural de Solidaridad de la Universidad de La Laguna.

Más allá de la memoria institucional de la entidad, recientemente publicada en relación al 2020, que quien quiera puede acceder a ella en su página web «https://caritastenerife.org/», como por el informe que realizó sobre exclusión residencial extrema en la Isla de Tenerife «https://acortar.link/g0KT7», motivos más que sobrados para ser considerada capaz de promover una Cátedra de esta índole, lo que me entristece es el prejuicio.

Y no es que califique mal, o haya sido mal informado. El prejuicio es la acción y el efecto de prejuzgar (juzgar las cosas sin tener cabal conocimiento o antes del tiempo oportuno). Un prejuicio, por lo tanto, es una opinión previa acerca de algo que se conoce poco o mal.

Y decir prejuicio es benévolo. Porque alguno se dejaría ir y hablaría de maldad, de inquina, de malevolencia, etc. Y no es eso lo que me entristece. Porque no considero que haya maldad; solo hay desconocimiento y desinformación.

Me entristece mucho el prejuicio.