Se abre camino el placer de disfrutar de los sentidos con la subida de temperaturas en estos meses de dilatación orgánica y sus cometas de la imaginación y emoción. Un verano largo para repensar el ocio y el descanso que tanto puede repararnos de los estragos de ese virus que saltó de la ciencia ficción al cuerpo compartido de nuestra realidad diaria.

Tiempo para un recuerdo de algunos músicos que se han ido como Franco Battiato con ese regalo de canción La cura y su letra para momentos de resiliencia. O poetas insulares que partieron, dejándonos su caudal de chispa juvenil como la querida y añorada Olga Rivero Jordán, desde aquellos mediodías de tertulias breves en La Tropical de la calle lagunera de Heraclio Sánchez. Sus versos contienen ese guiño de libertad contagiosa: “Cuando escapas se va / lo mejor de la canción”. “Todos los amaneceres son nuestros”. “Y tus pies en la fragua del sol”. “Allá por los cabellos lilas” … También otro recuerdo al poeta Justo Jorge Padrón, que asumió con valentía heterodoxa la auto-promoción plena, en un arte libre que en muchos casos no gusta de esperar y rogar por la aceptación sesgada de clanes endogámicos. Sus versos esperan una lectura imparcial.

El cine de Berlanga vuelve a estar disponible en estos meses de su centenario natal, para que podamos comprobar ese selfie colectivo sobre aquellos vicios familiares y nacionales. Todavía suenan sus bofetadas de humor negro en Plácido -siente un pobre en su mesa por Navidad-, y en El Verdugo, con la pena de muerte en manos de un corazón civilizado. O esa cámara invisible en La Escopeta Nacional que nos mueve y arrastra juntos, tras los diálogos, como en una ola cálida y tranquila. Buena ocasión para disfrutar de ese humanismo mediterráneo abierto.

Sin el aire fresco de enero y febrero, regresa el Festival de Música de Canarias con el director venezolano Gustavo Dudamel, raptado por Europa y EEUU, que con algunas piezas de música clásica mexicana o argentina viene animando corazones y removiendo traseros en los asientos de auditorios protestantes y anglicanos (con perlas como el Danzón nº 2 o el Huapango...). Una aportación latinoamericana imprescindible con su instrumentación energética, y que ha llenado de vida y emoción, por ejemplo, al bandoneón en Argentina y Uruguay, desde su originaria Alemania.

Un festival internacional de música europea que puede abrirse más a otras geografías y sensibilidades sonoras. Y esta edición lo celebra con motivo de otro centenario natal, el del compositor argentino Astor Piazzolla. Un músico inmenso que, con una de sus piezas de tango para bandoneón creada en homenaje a su padre del que no pudo despedirse: Adiós Nonino impactó en una ceremonia nupcial en la ciudad de Ámsterdam. Y la anécdota tiene importancia porque se casaba una mujer argentina normal con un hombre de Países Bajos que no lo era, el príncipe heredero. A ella no le dejaron que viniera su padre a la ceremonia por su pasado político manchado… y ella pidió que se tocara Adiós Nonino, y cómo sonó Piazzolla… en aquella iglesia tan empática y emocionada…, y cómo quedó retratado el país, por anteponer su fachada de limpieza moral y política al afecto paterno-filial en un momento familiar (en YouTube).

¿En qué se parece el bandoneón a un corazón? Brindemos por un verano feliz y saludable con un sorbito de mosto dulce, muy del gusto del maestro Bach, que desde mucho antes nos legó remedios musicales para el ánimo.