Esta semana terminan las clases de un curso por el que nadie apostaba un duro, seamos sinceros. Ya lo dije en septiembre, había que volver, como fuera, pero qué mezcla de miedo e incertidumbre. Ahora laten el mismo miedo y la misma incertidumbre, solo que hemos aprendido a convivir con ellos. En el camino nos hemos dejado la voz y se nos ha irritado la piel bajo las mascarillas, y nos hemos graduado en reconocimiento visual del estado de nuestros alumnos a través de sus ojos. También hemos descubierto una geografía nueva, la de unos centros divididos con líneas amarillas, pupitres separados y aulas con distancia en las que a veces las explicaciones resbalaban grumosas sobre las cabezas inclinadas de unos chicos que se han congelado en invierno y se están asando ahora. De las mantas y los forros polares hemos pasado a los pantalones cortos, pero las ventanas siguen abiertas, como las puertas, por las que entra la música, las palabras, los números, el rumor de otras clases que se mezcla con las nuestras. Hemos sobrevivido a la sordera (por qué oímos menos con mascarilla es un misterio, quizá tenga que ver con que no vemos los labios), a no saber de dónde provenía la voz del alumno, a sus mareos, a sus décimas, a la angustia esperando el resultado de unas pruebas que podrían mandarnos a casa quince días. En la mayoría de los centros, los equipos directivos han echado horas más allá de sus obligaciones, y la administración ha respondido con desdobles y nuevos turnos, y bajando la ratio para que se pudiera mantener la distancia. Ahora que quedan unos días, quizá sea el momento de hacer balance. No hablo de aplausos (ya hemos visto en qué quedaron los de los sanitarios) sino de alegrarnos de haber llegado hasta aquí cuando todo apuntaba a lo contrario. Qué quedará de todo esto es la pregunta. Además del miedo, de la odiosa rutina sin actividades extraescolares, y del frío, también hemos comprobado que dar clase con menos alumnos funciona mucho mejor. Tampoco hacía falta ser un gran gurú de la educación para darse cuenta, pero no lo habíamos comprobado. No estaría mal mantener esta ratio, pero mucho me temo que en esto, como en lo de salir mejores del confinamiento, nos vamos a quedar con las ganas.