Uno de los destinos más crueles es ser un paraíso. Y es el que nos ha tocado a los canarios: léase al doctor Marcos Martínez para una información precisa de cómo Canarias, en la mitología clásica grecolatina, siempre fue un lugar paradisiaco, nos llamaran Jardín de las Hespérides, Campos Elíseos o la Atlántida. Nuestra condición paradisiaca es un mitologema, es decir, un material mítico que es incansablemente revisado, deconstruido y reorganizado, un arquetipo que se adapta a contextos variables como ha ocurrido en el folklore, en la literatura y en la industria turística. Nuestra última mitologista, sin embargo, no es una agencia de viajes, sino Nadia Calviño, consejera de Economía y Transformación Digital (los ministros, ahora, llevan departamentos que parecen creados para Juan Tamariz) que en su reciente visita a las islas, amén de fotografiarse mucho con Ángel Víctor Torres, proclamó que el objetivo del Gobierno central es transformar Canarias en un paraíso digital.

Previamente Calviño explicó en una reunión con dirigentes empresariales y sindicales –esa elegante alfombra para los presidentes que es el Consejo Asesor– que los fondos europeos lograrán la transformación del paisito atlántico. Calviño, por su puesto, sabe perfectamente que la transformación económica de un país o una región no es un expediente que se resuelva inyectando un gran chorro de dinero público a una veintena de grandes proyectos a través de una suerte de ingeniería social más intuitiva y voluntarista que otra cosa. El mayor proyecto empresarial que se conoce de los que optan a los fondos Next Generation en Canarias, el Clúster Hub Hidrógeno Renovable, impulsado por Enegás, el Grupo Disa y otras veinte entidades públicas y privadas, sin duda tendría un impacto favorable en la economía isleña y contribuiría a la descarbonización del territorio insular, pero no supondría un cambio estructurante en el sistema económico local. Es desesperante que una profesional como Calviño admita venir a Canarias para promover el pensamiento mágico en sustitución de una estrategia económica realista y consensuada, y la decepción aumentó cuando empresarios y sindicatos no pudieron sacarle una migaja de información sobre el reparto de los 19.000 millones de euros de los fondos NG que España gestionará este año (19.000 millones a asignar en menos de seis meses) o aventurar alguna fecha en la que el Estado deje de darle patadas al REF.

El informe ECanarias 2018, desarrollado por el Observatorio Canario de las Telecomunicaciones y de la Sociedad de la Información, debería instruir a la ministra sobre la situación real de las TIC y el proceso de digitalización en las islas. En casi todas las variables estamos ligeramente por debajo de la media española: ordenadores, acceso a internet, banda ancha fija y móvil, números de técnicos TIC en las empresas, empresas dedicadas a tecnologías de la información, análisis de big data, aulas con conexión a internet, y conviene recordar que en la mayoría de estos apartados la media española queda debajo –y no siempre ligeramente– de la media de la UE. Desde un punto de vista digital, por tanto, Canarias, antes de convertirse en un edén prodigioso, debería ganarse un sitio digno en el purgatorio para sudar y superar la brecha digital que existe con España y con Europa, y que también se registra entre islas y clases sociales en la propia comunidad autonómica.

Qué curiosa involución protagoniza entre sonrisas inacabables el presidente Torres. Las visitas de ministros trayendo regalos y buenas nuevas a este eterno jardín de belleza sin par y los indígenas boquiabiertos, con derecho a todas las preguntas a cambio de no conseguir ninguna respuesta.