A pesar de lo que pensábamos, la pandemia ha dejado claro dos aspectos importantes en el panorama económico, social y cultural. La primera, que si bien es verdad que el modelo turístico es importante, es insuficiente para mantener un desarrollo sostenible y equilibrado. Y, en segundo lugar, la digitalización y la revolución tecnológica será fundamental para establecer las prioridades de la sociedad actual, si queremos por una vez en nuestra historia no quedarnos a la cola del desarrollo y dejar a un lado los estereotipos que no merecemos. Sobre todo, porque la sociedad canaria tiene mucho que aportar, pero, en ese intento crucial, tenemos que hacernos valer por nosotros mismos.

Quizás, es por ello que, en el nuevo escenario que se creará a partir de la post pandemia y que marcará el pulso de la recuperación, cobrarán mayor importancia las alianzas público-privadas de cara a la recuperación económica, así como las prioridades de los canarios y de las canarias, que deberían centrarse en ámbitos potenciales de futuro y de presente, como son la innovación, la digitalización, la sostenibilidad y el apoyo al tejido productivo de los territorios con la reactivación de las islas periféricas; especialmente las pymes y empresas familiares, eje fundamental de la estructura económica y de la clase media; y la necesidad fundamental de incentivar y promover la internacionalización y las inversiones, como elementos fundamentales de crecimiento.

Estas son, a grosso modo, algunas de las líneas de trabajo que son importantes reforzar e incentivar. Y parece que la pandemia, lejos de servir como previsión, nos ha asestado un nuevo golpe, por la poca iniciativa e inactividad que se ha desarrollado en ese sentido y que nos puede hacer perder el tren de la re-industrialización, en este caso, de Canarias.

Apremia crear espacios de convivencia y compartir trabajo con los jóvenes emprendedores, con los grandes aliados del trabajo que desempeñan en la región y con los miembros de la Federación Iberoamericana de Jóvenes Empresarios.

Es fundamental retomar el diálogo y el debate, recobrar la idea de que la mejor forma de luchar contra de la crisis es la información, la comunicación y la interacción entre los diferentes agentes económicos y sociales. Debemos articularnos como un gran mecanismo perfectamente engranado, que sea capaz de acometer las acciones necesarias para conformar una sociedad competitiva, que sea capaz de mantener y mejorar el estado de confort y bienestar adquirido. Y eso sólo se consigue con una ciudadanía formada y preparada. Y con unas instituciones públicas y privadas que acepten el reto y la responsabilidad de crear proyectos viables y prácticos, que den respuesta a los desafíos del futuro.

Estamos ante un nuevo orden económico, social y cultural, en el que la Administración Pública y las empresas van a tener un papel primordial. Sobre todo, en lo que concierne en la gestión de la riqueza pública dirigida al bien común, que no es otro que el buen gobierno, la inversión, la innovación y la gestión óptima de los recursos.

Para analizar en profundidad esta cuestión, el secretario permanente de CEIB, Narciso Casado, aseguraba que ante esta nueva disrupción existen dos factores claves en el desarrollo de los territorios: Estrategia y Excelencia, junto con la interacción entre las empresas y el Estado, una dicotomía fundamental para garantizar la estabilidad, la igualdad de oportunidades, los derechos y libertades, la justicia, el progreso y el futuro.

El desarrollo de los territorios pasa de forma inquebrantable por la articulación equilibrada y unísona de los actores económicos, sociales y culturales. No podemos enfrentarnos a los nuevos cambios y a un perspectiva distópica, si no somos capaces de realizarla sin una responsabilidad social y un compromiso con la ciudadanía. Evitar la distopía social nos supone acercarnos a esa excelencia tan esperada, pero que sin la estrategia necesaria y sin el impulso del talento y la innovación, no sería factible. Y todos estos esfuerzos implican inexorablemente lealtad y compromiso institucional de todos y de todas, y de cada uno de nosotros y de nosotras en su defensa permanente.

Es por ello que es fundamental motivar e incentivar la Equidad. Un valor ético que implica justicia. Igualdad de recursos, social, de género, de educación, de derecho, que sean inclusivos y que sean capaces de velar por el interés de todos y de todas aquellas que conformamos la sociedad.

Pero para ello hay que alcanzar la eficiencia. El buen gobierno de los recursos públicos y privados, que nos dan la oportunidad de optimizar nuestras capacidades, y que son gestionados en pro de la ciudadanía y de la excelencia. Con eficacia, para poder acceder a las objetivos marcados y sobre todo con efectividad, el empleo perfecto de la eficiencia y de la eficacia.

El nuevo futuro que nos espera debe afrontarse con la firme convicción que es prioritario crear las estructuras y las infraestructuras necesarias que impulsen la educación y la formación, como ejes fundamentales del tejido social y cultural. Que se impulse el espíritu crítico, el talento, la excelencia, la cultura de equipo, la estabilidad y el empleo.

Porque una ciudadanía con unas estructuras fuertes y con una formación adecuada hará posible una sociedad más justa, más equitativa, más igualitaria.

El desarrollo de los pueblos pasa por imperativo por el desarrollo formativo cultural y académico de los territorios. El avance de las diferentes comunidades en la ética y en los principios morales que serán capaces de dar respuesta a una digitalización de la sociedad más humanista, respetuosa con los Derechos Humanos y con el Medio Ambiente.

@guillermodejorg