La noche del jueves cayó el mazazo y aunque todos de alguna manera mantuviéramos la esperanza, esta se vió truncada con la noticia del encuentro del cuerpo de la pequeña Olivia. Y lo más duro de todo, su propio padre ha sido el presunto responsable de ello. Asimilamos, nos quedamos “tocados”, empatizamos con esa madre y ambas familias, destrozadas para siempre. Ya nadie volverá a ser el mismo. Ni la familia de la madre, ni la familia del padre. Duro, muy duro. Después empiezan los comentarios, las especulaciones, los ¿por qués?, los ¿cómo no se evitó?, enjambre de comentarios que no ayudan a resolver ni a entender. Se busca un culpable, y en ese juego, se barajan varias cabezas de turco.

Pero la realidad es la que es, y aquí de lo que se trata es de que un padre, supuestamente, ha asesinado a sus hijas, con la finalidad de hacer daño a su madre.

Nos preguntamos, ¿qué le pasa por la cabeza a una persona que, para herir a otra, sea capaz de asesinar a sus propios hijos? No se logra entender, ¿verdad?

¿Cómo es posible usar como instrumentos a tus propios hijos, ejerciéndoles dolor para que sea su madre la que sufra?

La violencia vicaria. Entendamos este complejo concepto. Vicario hace referencia a la sustitución de un individuo por otro, en la vivencia o en el ejercicio de la función. Por ejemplo, si yo quiero aprender a montar en bici y veo a un niño que está aprendiendo y se cae, yo aprenderé que me puedo caer. Tenemos muchos aprendizajes vicarios en esta vida, desde los que ocurren en el visionado de las películas por ejemplo o las situaciones que ocurren al lado nuestro.

Ahora bien, la violencia vicaría, une el término violencia a este concepto de sustitución. Y aquí se usa la violencia de forma doble, primero a los hij@s, que se utilizan directamente como instrumento, para indirectamente ejercer un daño psicológico a la madre.

Lamentablemente se aprende de esto cuando ya los casos llegan a los extremos, cuando son titulares en las noticias, y hay que saber que todo esto no nace de la nada, que va evolucionado de forma escalonada desde situaciones más o menos llevaderas, hasta llegar a los límites de la perversión humana, sí, estos que sí son noticia.

Las situaciones más o menos llevaderas se van normalizando, salimos a lo mejor de una relación donde dejaste atrás a una persona bastante agresiva en forma y modos, controladora y egoísta. Pensaste que lo dejaste atrás y que ya el miedo, aunque fuese llevadero por costumbre, ya no está, y lo mejor de todo, ya no puede hacerte nada. Pero claro, eso sería lo normal en cualquier situación, lo que no se espera y lo que no es normal es que esa persona siga detrás de ti queriendo vengarse y queriendo seguir haciéndote daño porque simplemente ya no estás con ella. Su sentido de pertenencia hacia ti sigue creciendo y su ira y su rabia lo llevan a ir pensando miles de formas de como hacerte daño, pero ahora desde fuera. Asusta ¿verdad?

Ahora pasemos a casos donde no hay violencia machista, vayamos a casos donde existe otro tipo de violencia, una más silenciosa, menos explosiva, pero igualmente dolorosa, sobre todo para el menor. Pensemos en ese tipo de violencia que se ejerce cuando se utilizan a los hijos para herir a los padres o madres. A todos nos viene ejemplos a la cabeza, que si no te lo/s doy el fin de semana, que si le/s hablo mal de ti, que si le hago que tomen partido por uno de los dos con manipulaciones emocionales. Eso también es violencia. Porque el adulto encargado de velar por el sano crecimiento psicoemocional del menor, lo utiliza como instrumento para separarlo del otro progenitor o hacer que lo quiera menos, para así sentir que de alguna manera los hijos son suyos y que nadie se los quita.

Si observamos estos tipos de comportamiento vemos que existen unas bases psicológicas comunes, el sentido de posesión, la falta de empatía y poca tolerancia a la frustración. Si a estas le sumamos la ira y la falta de autocontrol, entonces las situaciones pueden empeorar. Es por eso que viendo lo que vemos en estos tristes días, aprendamos más que nunca usando el sistema vicario a educar a nuestros hijos con valores, con empatía, sabiendo aceptar los “no” por respuesta, dándoles una buena autoestima y haciéndolos crecer con mucho cariño y afecto, para que se conviertan en adultos sanos y estables. Aprendamos que, si estamos en pareja y ésta es agresiva con problemas de conducta, acudir a un profesional que le ayude a canalizar y a mejorar esos comportamientos, y si ya estamos en casos más graves donde mi integridad física o psicológica peligran, actuemos con cabeza, pidamos ayuda dejando atrás el miedo y digamos “basta”. Hay sistemas para ello y personas que te pueden ayudar. Que el miedo no te paralice, que te haga más fuerte.

Hazlo, y si tienes miedo, hazlo con miedo.