Qué susto el otro día, cuando mi organización Reporteros sin Fronteras mandó un mensaje condenando a los que llamaron «guarras» a las periodistas que cubrían una rueda de prensa del presidente del PP. De normal, mi organización denuncia ataques a la libertad de prensa en democracias muy deficientes, así que me quedé perpleja ante la posibilidad de un comportamiento arrabalero tan poco edificante desde la encorbatada oposición mayoritaria. Los que llamaron «guarras» a las profesionales por preguntarle a Pablo Casado por la reciente imputación de su amiga y exjefa María Dolores de Cospedal como consecuencia de la investigación de la trama delictiva Kitchen hacían de público en la comparecencia informativa del líder conservador. Las declaraciones de políticos con palmeros suponen la segunda gran aportación de la derecha al periodismo, después de las apariciones en formato plasma y sin preguntas de Mariano Rajoy, otro cocinillas de la Kitchen.

Resulta que hay que elegir entre publicar lo que el preboste de turno diga, sin posibilidad de réplica, o arriesgarte a que te increpe «guarra» una claca enfurecida si se te ocurre plantear un tema de actualidad que inquieta especialmente a su señorito, como es el de la corrupción intrínseca al partido que pretende gobernar España dentro de dos años.

Pablo Casado no es un fan de los exámenes, como demuestra su escueto currículum y el escándalo de su máster ‘de regaliz’. En su nada estresante etapa estudiantil no le hizo falta un coro de aduladores que insultaran a los profesores que le preguntaban, porque le preguntaron poco, pero ahora sí. La corrupción se le hace bola al aspirante a presidente de España dentro de cuatro años, y no quiere responder, qué pereza. Prefiere zanjar en falso. Esa sede del PP pagada presuntamente con sobornos de la que usted me habla, nos vamos a mudar. Pero no se han mudado, ni expulsado a Cospedal, ergo hay actualidad e interés general en la demanda. No les está interrogando al respecto solo la prensa, lo están haciendo los jueces y la ciudadanía tiene derecho a saber.

«Creo que estoy bastante de acuerdo con esos caballeros», comentó jocoso Casado cuando su orfeón tabernario llamó «guarras» a las periodistas, boicoteando la convocatoria informativa. Luego su oficina matizó que no había escuchado el insulto en concreto, o sea, que tiende a hablar de más si no se le pregunta; pero sí, le había gustado del abucheo a las reporteras que hacían su trabajo y a sus compañeros. Es un peligro contestar sobre algo que no has entendido bien, conviene que tome nota.

No se vaya a dar el caso de que esté de palique con la presidenta de los Estados Unidos y nos meta en otra guerra, como su admirado José María Aznar, por no haberse enterado de nada. Los caballeros que van a caballo y no respetan a la prensa, sus socios de Vox en algunos gobiernos y alcaldías, no admiten imitaciones, parece que no han aprendido nada de los últimos batacazos electorales propios y personales, ni de los triunfos de las señoras a las que soporta a duras penas porque le hacen de rompehielos.

Se puede fijar el domingo en la plaza de Colón, cuando vaya a enredar en el tema del que sí le gusta pronunciarse aunque nadie se lo pida, Cataluña, rodeado de sus seguidores. Esos caballeros o panda de acémilas, según estés en el lado de las respuestas o de las preguntas.