Queridos lectores, el sábado pasado El Día (este periódico) publicó unas declaraciones de los responsables políticos del Noroeste de Tenerife –comunidad que incluye los siete municipios que hay entre San Juan de la Rambla y Buenavista del Norte y cada uno con su ideología– manifestando uno de los problemas más serios que tenemos en las Islas y en el mundo: el agua. Hablamos de un bien escaso, del que hay que hacer un uso más elemental y evitar su derroche y no destinarlo a tantas piscinas, jardines o el lavado de coches, que vienen a sumarse a las pérdidas de más del 50% en las redes urbanas de distribución.

En 1981 –hace ya 40 años-–Antonio González Vieitez y quien suscribe hicimos unas manifestaciones recogidas también en este periódico –bendita hemeroteca– en un sentido similar y se produjo una enorme polémica porque pensaban que queríamos sovietizar el agua y que nos queríamos cargar a los canaleros porque las galerías estaban mal atendidas. Realmente, ese no fue el propósito de nuestras declaraciones, pero hay que reconocer que se armó una buena. Y después de 40 años me pregunto ¿Hemos aprendido algo?

Estas líneas no pretenden entrar en las hemerotecas con nostalgia y lamentos sino mirar para detrás para aprender. Se hace camino al andar y los repechos de los caminos son más llevaderos cuando lo tomamos con la experiencia de otros trayectos que ya han tenido dificultades.

En Tenerife y en Canarias hemos de tomar en serio una cultura del trabajo, de esfuerzos y de las limitaciones que nos impone la naturaleza, pero, sobre todo, de un sentido de la responsabilidad. Hay que romper los tópicos y alegatos poco maduros que hablan de bienes de forma ilimitada, bienes públicos, tecnología de la abundancia, desaladoras, agua-mangantes, especuladores, etc. Aquí no hay buenos ni malos sino un problema social y ambiental complejo como es el agua, su escasez y su gestión.

Los planteamientos de los alcaldes tienen de bueno que reconocen una situación que no es coyuntural: el agua y el grifo. Pero no dicen nada de las pérdidas de la red urbana, de la depuración y del alcantarillado, que son problemas locales e insulares a los que la Administración debe dar respuesta de forma inmediata. Tampoco dicen nada de la legislación en Canarias y de su aplicación sin fundamento, como la que obliga a llevar los escombros a un vertedero autorizado con transporte autorizado. ¿Saben los legisladores que en muchas galerías no entra un camión? ¿Qué problema ambiental generaron los escombros en la puerta de la galería hasta su posterior retirada?

Los alcaldes del Noroeste de Tenerife no dicen, sin embargo, que prácticamente todas las galerías de la zona están sin actividad alguna. Después de la desgracia de Piedra de los Cochinos, nadie quiere ser responsable de las galerías. Y además, tenemos otros problemas con el agua de esa zona, tanto de carácter técnico como económico, de los que hemos de hablar como son el sodio, los carbonatos y el flúor.

Hay galerías que vierten al volcán más de 600 pipas/hora por dichos problemas, ¿Cuál es el coste por m3 para mejorar dicha agua? ¿Es un tema económico y tecnológico? ¿Tenemos soluciones a corto plazo? Lo que parece innegable es que hay que hacer mejoras en las galerías y las redes de distribución para un mejor uso y aprovechamiento del agua.

Queridos responsables políticos, tenemos que hablar y explicar a los ciudadanos que la red urbana no deben tener las pérdidas actuales y que a la hora de votar tienen que valorar el buen uso de los recursos públicos en obras que, aunque estén enterradas, prestan un buen servicio. Y también hemos de educar sobre la depuración de las aguas urbanas y su reutilización, desterrando las miserias locales con planteamientos como «depuradora sí, pero lejos de mi casa». Esto ocurrió con la depuradora de la Isla Baja hace tres años y, en consecuencia, no se está haciendo uso de un volumen de aguas a reutilizar para rentabilizarla y, además, estamos contaminando con los vertidos sin depurar. Por el contrario, tenemos ejemplos de éxito como la depuradora de Valle de Guerra, lo que indica que hay que seguir trabajando en esa línea.

Hemos de crear estímulos mixtos con gestión privada y participación pública. Tenemos un ejemplo en Güímar en la gestión del agua. Hay que conseguir, en los lugares que sea posible, que los herederos de las galerías abandonadas las limpien para incorporar más agua a los campos y para el uso urbano. En otros casos, la Administración tiene que jugar un papel más dinámico con las aguas en las zonas altas y priorizar desalación en la costa, dejando las galerías para las zonas altas para evitar costes de elevación.

Sean estas líneas surcos de otra manera de enfrentarnos a las necesidades de un buen uso de algo tan básico como el agua, que en solo 70 años hemos pasado del aljibe y la fuente que conocimos muchos. El agua es uno de los bienes básicos en la calidad de vida de nuestros pueblos y creo, sinceramente, que se puede mejorar su gestión.

Quiero aprovechar estos surcos que me deja el periódico El Día para manifestar que los que hemos pagado cuotas de galerías secas tenemos más fuerza moral para contaminar a la ciudadanía –como diría Pedro Guerra– con otra filosofía sobre el agua y transmitir que la mejorar solidaridad ambiental es un buen uso de la misma.

Termino con un ruego a la clase política: cambien el marco legal de «escombros a vertedero autorizado» y hagamos usos del agua con solidaridad social y ambiental. El agua es mucho más que una mercancía y debe ser gestionada de forma adecuada.

Nota: Por autorizar la limpieza de la galería Madre del Agua en Arico, me denunciaron y me vi en la puerta de los juzgados. Hagamos leyes compatibles en el plano ambiental y social y no olvidemos que las galerías de Tenerife han pasado de manar 180.000.000 m3/año en la década de los 70 a menos de 90.000.000 m3 en la actualidad y con peor calidad. Los tiempos nos obligan a otra lectura y forma de hacer política sobre agua y la naturaleza.